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jueves, 31 de diciembre de 2015

Una joven bruja (estudio de personaje)

Imagino un personaje. Una joven bruja.

No una bruja centenaria de aspecto engañoso, de esas que esconden su maldad atávica tras el rostro de una jovencita; una de esas criaturas tan explotadas en los medios porque los narradores de historias quieren una hechicera poderosa y experimentada pero no soportan la idea de que no resulte sexualmente apetecible. No. No quiero eso. 
Una bruja realmente joven. Diecisiete, diecinueve, veintiún años. Una bruja que ha visto, conocido, sentido la magia como una sombra en el corazón desde el día de su nacimiento, hábil y bien entrenada en unos poderes oscuros que puede convocar como si respirase, pero indiferente, voluble y violenta como sólo son los adolescentes. Ése es el personaje que busco.
Quiero un rostro anormalmente impecable; quiero una carne extraña sólo a la segunda mirada, demasiado limpia, como si no fuera en verdad carne. ¿Es cera? ¿Es plástico? ¿Qué pasa contigo, niña? Quiero unos ojos ojerosos y oscuros, en los que la pupila casi se fusione con el iris (¿casi…? Pero juraría que… no. Imposible). Quiero lagrimales afilados como cuchillos, quiero cejas permanentemente fruncidas. Quizá es odio. Quizá es sólo irritación sempiterna. Quiero que cuando sonría lo haga sólo con un lado de la boca, y que esa sonrisa consiga que el imbécil que le ha dicho "estarías más guapa si te rieras" se quede paralizado de terror.
Quiero dientes vagamente torcidos, como los colmillos de un animal. Quiero una ortodoncia con las gomas negras. Quiero tinte para el pelo y restos de lápiz de ojos mal puesto. Decolorante barato. Laca de uñas mordida. Capas y capas de ropa arrugada. Quiero un gorro oscuro tapando unas greñas mal cortadas y unas pestañas densas que raramente parpadean.
Quiero una crueldad indiscriminada, despreocupada. Impasible. Quiero una ira puntual, silenciosa, toda ojos desorbitados y dientes destapados y saliva que burbujea, una risita para después, "oh, ¿este brazo amputado era tuyo? ¿Ésos eran los huesos de tu abuela? Cuánto lo siento". Ja. Ja. Ja. Neutral maligna. Ni lo sé, ni me importa.
Quiero un cuerpo que refleja y absorbe la luz a voluntad, una luminosidad enfermiza, demasiado limpia, demasiado. Un hueso mondo, un huevo cascado, restos de una masacre mucho tiempo después. Quiero un personaje discretamente repulsivo, un personaje en que no oculta ninguna putrefacción (la corrupción es para alguien que alguna vez ha sido bueno), un personaje al que no se observa, no se toca, no se desea. Un personaje que se teme. Aunque no sepas por qué.
Quiero silencio. Unos labios casi siempre cerrados. Sonrisa de medio lado. Quiero alguien que no pide perdón por las cosas que hace porque no se le ha ocurrido juzgar sus propias acciones. Unos dedos que hilan maldiciones con uñas sucias. Una olla que humea en una vitrocerámica rayada. Un conjuro susurrado entre nubes de café y beleño y una jovencita que se carcajea, no como una villana de opereta, si no como una cría escandalosa que fuma en el parque a la una de la mañana. Con sangre en las manos, sangre en los zapatos, sangre en la cara. Ups. Vaya.

Imagino un personaje así. Una joven bruja. Malvada. Limpia. Callada. Blanco y negro y rojo. El monstruo que nunca hemos visto. El monstruo que no nos dejaron ser.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

El diario secreto de Deméter

Dicen que durante el invierno, Perséfone está en los infiernos, y que Deméter se lamenta y se lamenta, y que por eso la vida en la tierra se marchita y muere. Dicen que no es hasta la primavera, en que su hija regresa, que Deméter despierta de su duelo, y la vida retorna.

Mienten.

¿Quién tuvo la idea de que el invierno es estéril, y de que es en verano cuando la vida bulle? Un nórdico, sin duda. Pero se equivoca. ¿Qué saben los norteños de los veranos inmisericordes? ¿Qué saben los norteños del ardiente estío mediterráneo, que desciende sobre la tierra como el aliento de un dragón y lo quema todo, todo, las flores y el alma, y que dejan la tierra parda, pelada, temblando de fiebre? ¿Qué saben ellos del silencio al rojo quebrado sólo por el gemido de las cigarras, el sol de plomo fundido sobre los campos, qué saben ellos de sequía y de polvo, de la sed de la tierra, de un mundo que arde hasta dejar sólo la costra reseca y una esperanza sudorosa, jadeante de que en algún momento el fuego ha de apagarse? ¿Qué saben ellos, en fin, del alivio del otoño, del regalo de las primeras lluvias, del fresco beso de la brisa, de la vida que se asoma de su madriguera cuando el alquitrán en llamas vuelve a ser mundo?

Nada. No saben nada.

Mientras el verano prende candela a la tierra, Perséfone se esconde entre las sombras del Tártaro, y Deméter llora y duerme, acurrucada bajo las piedras como la serpiente que hiberna, soñando con fruta y cereales mientras afuera el sol abrasa el rostro del mundo. Es en otoño, cuando el agua vuelve; es en otoño, que el sol recula; es en otoño, cuando las noches se alargan y los candiles se encienden y el frío alivia las llagas de la tierra quemada que Perséfone asciende y Deméter despierta, y ofrece su abrazo redentor a los mortales. Cuando la sequía ha terminado y las lluvias empapan su khiton Deméter camina entre nosotros, ofreciendo sus dones. Y su corona es de uva y granada, de setas e higos, de membrillo y castaña, Deméter con sus mejillas doradas de manzana y sus cabellos color de nuez y sus manos generosas de trigo, rebosantes de dones. El calor ha terminado, es hora de despertar, es hora de revivir. ¡Salve, Cloé, salve Malófora, que devuelves la vida a la tierra, que renaces tras el fuego!

Dicen que Deméter se lamenta en invierno, y que es en primavera cuando vuelve a la vida.

Mienten.


Y como Deméter que renace tras el duelo, después del calor del verano yo también despierto,
y vuelvo a la vida.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Elegía de Madre Orca

Madre Orca era la reina de los mares.

Madre Orca era más vieja que la tierra, y desde luego tan vieja como las aguas; de dónde vino, nadie era lo suficientemente anciana como para saberlo. Quizá los dioses la pusieron en el océano para que guardara eternamente su alma. Quizá nació al mismo tiempo que el mar, su existencia ligada indefectiblemente al azul de las profundidades. Madre Orca era, desde siempre, reina de los mares. Y durante siglos había nadado, y hasta el fin del mundo nadaría, millas eternas de agua oscura, un fantasma de sombra y luz danzando entre las olas: Madre Orca, guardiana del océano, titánide del poder. Madre de todos los mares.

Madre Orca era una vieja guerrera, y su reluciente cuerpo blanquinegro estaba cruzado, como un mapa, por cicatrices de antiguas batallas; guardaba el recuerdo del sabor de la sangre y el alarido de sus enemigos, y en su enorme corazón el fuego de la libertad y el inabarcable amor del mar.

A Madre Orca le quitaron a sus hijos. Los hombres vinieron, con sus barcos como cuchillos, intrusos, intrusos, y se llevaron a sus hijos. Los hombres vinieron, con sus redes y sus arpones, y arrancaron del agua a los cachorros del mar. El bien mayor, lo llamaron; un futuro mejor, una oportunidad de saber. Títeres. Mascotas. Muertes lentas a la deriva en piscinas de miseria, endogamia y circo. A Madre Orca le quitaron a sus hijos. Y Madre Orca nunca olvidó, y nunca perdonó.

Madre Orca juró venganza, y su alarido perforador se oyó resonar a través de todos y cada uno de los mares y océanos del mundo, y llegó hasta las magras islas que los hombres llaman Tierra. Pues no es más que su inherente arrogancia lo que impulsa a esas criaturas a llamar tierra a un mundo cubierto casi por completo de agua. Agua oscura, el dominio de Madre Orca. Y hasta la tierra llegó su rugido de dolor y de odio, y resonó en sus pesadillas, e hizo sangrar sus tímpanos. Los hombres se llevaron a los hijos de Madre Orca. Los hombres lo pagarían con su carne.

Y lo pagaron. La luna, compañera del mar, iluminó con su frío resplandor las tripas que flotaban entre las olas; Madre Orca nadaba negligente, herida y orgullosa, sus hijos vengados, pero jamás devueltos al mar. Aquellos a quienes la Tierra roba ya jamás regresan. Y Madre Orca lloraría eternamente lágrimas de aceite por sus hijos robados, por el mar huérfano, por la crueldad de los hombres; y en las noches azules bajo la luna saltaría sobre las aguas como un ángel de los mares, duelo y poder, la fuerza primigenia que arrebató las vidas de quienes la hirieron y las entregó en sacrificio al océano. ¿Qué es el rojo de una sangre frente al azul inmenso del mar?

Madre Orca era la reina de los mares. Emperatriz de luto, augusta y terrible; diosa de las profundidades, guardiana de las olas. Madre Orca aún guarda las aguas, velando porque nunca más vengan los hombres a robarse a los hijos del mar.

En noches como ésta se la oye cantar su epopeya de poder y gemido.

Madre Orca, reina de los mares.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Carta de una veinteañera desconsolada

¡¿Joven?!

¿Joven para qué, puede saberse?

¿Por qué somos jóvenes? ¿Porque nuestros hombres aún no se han quedado calvos? ¿Porque aún no hemos parido? ¿Porque seguimos estudiando y estudiando, estudiando con una compulsión desesperanzada? ¿Eh? ¿Es porque no tenemos casa, ni trabajo, ni pagamos facturas? ¿Eh? ¿EH?

¿Jóvenes? ¿Jóvenes para qué? ¿Crees acaso que no estamos desesperados por una casa, un trabajo, unas putas facturas que por lo menos justifiquen, muestren, registren que tenemos algo propio, que nuestra vida existe, que somos un poco más que nada? (porque este puto mundo no reconoce más evidencia que el dinero, y nosotros ya estábamos atrapados en la partida antes de saber si queríamos jugar). ¿De qué, de qué nos sirve ser jóvenes? ¿Crees que nos llena de gozo no poder salir de las aulas (porque la alternativa es peor), estudiar año tras año para nada? ¿Crees que somos frívolos y despreocupados? Por dios, ¿en el culo de quién has tenido metida la cabeza todos estos años? No sabes nada. No sabes nada.

¿Jóvenes? ¿Jóvenes de qué, si estamos más amargados y más solos de lo que jamás lo estuvieron aquellos que nos criaron prometiéndonos la luna? ¿Jóvenes para qué, que vamos dando tumbos de secretaría en secretaría arrastrando un cabreo el doble de grande que nosotros? Jóvenes de qué, que estamos atragantados de papeles y desmotivados y agotados y ya no suplicamos ni "una oportunidad, por favor" porque ya no creemos que tal cosa exista. Jóvenes. Ja. Trata de ser joven cuando tienes úlceras en los dedos y arrugas en el corazón. ¿Jóvenes? ¡¿Jóvenes?! ¿Qué sabes tú de ser joven, en primer lugar? ¿Es sólo lo que recuerdas de tu tiempo, una Arcadia feliz tan lavada por los años que ya no ves el sufrimiento, tan rellena de laureles y de suerte que no te cabe en la cabeza el profundo vacío de nuestro futuro? Siento robar tu corona de papel albal (porque no, no es de plata, no es de platino, es de puto film de aluminio, cállate), pero no sabes una mierda.

Deja de hablar de nosotros. Deja de hablar, de opinar, de lloriquear sobre lo que leemos, lo que decimos, lo que usamos, lo que deseamos y lo que amamos, deja de criticar desde tu polvoriento sillón nuestra ira y nuestros asideros en este hoy sin nada. Deja de codiciar nuestra edad como si se tratara de una panacea para tu amargura, porque es un insulto a nuestra desesperanza y a los sueños que no serán; deja de hablar porque no entiendes que ansiamos tu estable aburrimiento con una sed humillada, aunque sea un poco, porque al menos viene sin miedo, sin miedo. Deja de hablar de nosotros, porque no tienes permiso. Cállate.

¿Jóvenes, jóvenes de qué, si puede saberse? ¿Crees que nos emborrachamos todos los fines de semana? ¿Con qué puto dinero, en primer lugar? ¿Crees que nos creemos invencibles? ¿Cómo, si nos repiten todos los días que nos derrotaron antes de avisarnos de que íbamos a la guerra? ¿Jóvenes cómo, si nos han chupado la sangre, la savia, la esencia, la esperanza? Jóvenes cómo, si nos han abandonado al tedio y al asco y a la nada. De qué sirve esta juventud, me pregunto, cuando es tan humillada, tan seca, tan burlada, tan sola.

Jóvenes.

Jóvenes para qué.

***

La próxima primavera (y la primavera ha pasado a no ser más que una oscura metáfora) cumplo veinticinco años. A esa edad, mi madre ya tenía una casa propia, un trabajo relacionado con unos estudios que había disfrutado mucho, un marido del brazo y a mí en el útero: todo lo que siempre había querido. Yo tengo más títulos académicos de los que ella tuvo entonces, y eso es todo. Bachillerato, licenciatura, máster, idiomas: papel mojado, y una mochila vacía. Sin triunfo. Sin cambio.

¿Acaso puedes detectar el fracaso
si es todo lo que siempre has conocido?

lunes, 29 de septiembre de 2014

Regreso a Avalón


Al final, todos volveremos a Avalón.

No importa qué tan lejos nos haya llevado nuestro camino, tarde o temprano surcaremos las aguas del lago de vuelta a nuestro hogar, entre cortinas de niebla y más allá. Nuestro corazón aún recuerda las palabras de poder para abrir el cofre de las brumas. Avalón, Avalón, isla sagrada, hogar.

Todos somos huérfanos de Avalón, y añoramos con la voz rasgada de nuestra médula el hogar perdido. Algún día esa nostalgia, inscrita en el lugar donde nace la sangre, nos guiará de vuelta a casa. A Avalón.

Al final, todos volveremos a Avalón.

El amor es una rueda, dice la voz de la Madre; el amor es eterno. El amor fecunda y transforma y recarga y renueva: así es como se mueve el mundo, así es como giran las estaciones y se levantan las hogueras. Paso a paso los dolientes hacemos el camino de regreso, los pies descalzos lastimados y el corazón cargado de lágrimas, siguiendo el sendero de candiles que sube el promontorio de la isla, cantando lamentos de añoranza y deseo. Sobre la cumbre del Tor la Madre finalmente nos acogerá en sus brazos. Para siempre.

Al final, todos volveremos a Avalón.

En nuestros suspiros ha quedado atrapado para siempre el aliento de los manzanos. En el brillo de nuestras lágrimas la plata del lago. Avalón nos dejó en este mundo. A Avalón hemos de regresar algún día. Incluso en los momentos de más agrio quebranto, el eco de nuestra alma trae el dulce resonar de los cánticos y las campanas; y cerramos por un momento los ojos hinchados de llanto y sonreímos a través de la pena, pues a pesar de este sufrimiento el hogar aguarda, algún día. Avalón siempre aguarda.

Al final, todos volveremos a Avalón.

Y será el peregrinaje final al santuario bajo la montaña un viaje a las entrañas de nuestro propio corazón. La sangre y la leche; la Madre cuida de nosotros, la Madre vela por nosotros, la Madre está en nosotros. Madre, Madre, no nos olvides, pues sin ti no somos más que gritos en el viento.

Al final, todos volveremos a Avalón.

Y ese día la bruma se cerrará a nuestras espaldas, y seremos salvos para siempre del dolor y la amargura de la tierra, caminando bajo las estrellas, desnudos de cuidado, en el Mundo entre los Mundos. En el abrazo de la Madre. Para siempre. En la gloria de la Madre. Por siempre. Pues la Madre es el amor, y el amor es el señor de todo.

Algún día, todos volveremos a Avalón.

Y Avalón nos estará esperando.


Música: The English ladye and the knight (Loreena McKennitt)

sábado, 30 de agosto de 2014

Acerca de la educación y sus vicios


Pero la mandaste callar, y ella aprendió que sus palabras no valen. La castigaste por hablar, te reíste con la comisura de la boca, y ella aprendió que la humillación es todo cuanto espera a quien trata de hablar por sí misma. La deslegitimaste por su aspecto (pues ¿quién no lo haría?) y ella aprendió que su ropa y su maquillaje cuentan mucho más que sus ideas.

¿Crees que no lo recordará cuando crezca? ¿Crees que tu desprecio no ha dejado una muesca profunda en su autoestima, crees que la vergüenza no ha metido un alfiler amargo en una flor que aún no se había abierto? Nunca más volverá a estar intacta. No has sido el único, ni lo serás. Algo era importante para ella, una voluntad y un cambio estaban a punto de nacer, y tú reventaste ese vaso contra el suelo. Y como a ti no te duele, no te arde, no te hunde, no te pesa, nunca lo sabrás. Pero algún día ella no sabrá decir que no,  y tú querrás echarle la culpa.

Pero fuiste tú.

No, no es fácil.

Pero fuiste tú.

viernes, 22 de agosto de 2014

Parálisis del sueño


Una lee tantas y tantas veces escenas de este tipo en los libros, que acaba haciéndose una idea equivocada de cómo funcionan estas cosas. En los libros, el protagonista siempre se despierta en una explosión de horror, incorporándose en la cama de golpe, oyendo un grito terrible que sólo a mitad de camino se da cuenta de que es suyo. Respiración acelerada, pulso disparado, sudor frío perlando la cara. Todo muy cinematográfico.

Las cosas no son así. Las cosas casi nunca son así.

Y ya no es sólo porque raramente una se incorpora en la cama, o en el sofá, o donde sea que haya tenido la mala idea de dormirse; no es sólo porque el cuerpo traidor apenas y se mueve en momentos así, atrapando a una mente que patalea desesperada en un cepo pesado como el hueso. No es sólo por el calor, ese calor insidioso, sordo, resbaladizo, que incendia la cabeza y derrite la piel; no es sólo por esa sed criminal que abrasa una garganta absolutamente incapaz de pedir ayuda. Ya ni siquiera, demonios, es por ese despertar viscoso y convulso que te arroja desde una pesadilla callada como la muerte a una boca de par en par que sin embargo no grita. Que no puede gritar. Y te atragantas con tu propio pánico y el dolor de cuerpo y un alivio temeroso que nunca llega demasiado pronto, y que nunca dura para siempre.

No.

Si todo esto es tan distinto a cómo nos lo cuentan los libros y las películas; si está una tan poco preparada para esto; si es esto tan aterrador y tan desesperante, es por la quietud.

Las manos que en el sueño arañan histéricas y en la realidad se niegan a mover los dedos. El grito desgarrador que al otro lado no es más que un suspiro que ni siquiera hace ruido. Los chillidos de socorro que hacen eco en la mente y afuera se encuentran con una boca cerrada. El cuerpo que se niega a despertar mientras poco a poco se va quedando sin aire…

Eso, eso es lo peor de todo.

El silencio.

La parálisis.

No es un dramático salto entre el sueño y la vigilia; eso sería movimiento, actividad; sería vida. Despertar de una de estas pesadillas no es despertar. Es escapar arrastrándose con el borde de las uñas de un horror gelatinoso, reptante, cada vez más grande; y sé que la muerte aguarda el día en que ya no pueda arrastrarme más. Es sólo cuestión de tiempo. Hace mucho tiempo que sé que esa es la manera que ha elegido la muerte para llevarme.


Pero no me encontrará.

Ya lo he decidido.


He sufrido episodios más o menos frecuentes de parálisis del sueño desde la infancia tardía. Es uno de los horrores más grandes a los que me he enfrentado; es inocua, pero no vale de nada saberlo cuando estás teniendo una crisis y sientes que te asfixias contra tu propia almohada porque tu cuerpo se niega a hacerte caso y levantarte. Así que sí, es material de relato de terror. Algún día ampliaré este concepto y escribiré un cuento más largo. Hasta entonces, sólo queda rezar porque esta noche no toque.

domingo, 20 de julio de 2014

Celos

Ni siquiera los golpes te van a quitar esa ira. Tu propio bolígrafo sangra como sangran las palmas de tus manos al clavarles las uñas y como sangran tus dientes al apretar la mandíbula y como sangra tu estómago cuando se aprieta la cólera. Ningún golpe, ningún grito va a curar el ácido en tus venas ni los cuchillos en el fondo de tu garganta. Nada puede salvarte del puño que te estruja la tráquea hasta hacerla llorar. ¿De dónde sale esta energía negra que no se transmite ni se transforma, sólo crece y crece alimentándose a sí misma hasta ulcerarte por entero? Nada puede contener este pútrido vómito de terror. Nada. Y la ira ni siquiera te concederá la gracia de matarte.

Estoy pasando a máquina los poemas de mis antiguas agendas de la universidad (he dejado las del instituto para después porque requieren una criba más meticulosa), y he encontrado esto.
No os preocupéis, todo acabó bien.

jueves, 26 de junio de 2014

En el silencio de una madrugada


Monstruo,
monstruo,
sólo funcionas así,
monstruo, monstruo,
cadenas,
silencio,
drogas,
un rajado
grito interior.
¿De quién son esas voces?
Oh, ¿de quién?
Vienen a por ti.
Monstruo.
Monstruo.
Que Dios tenga piedad de ti.
Te caerías
si te dieran la oportunidad,
te caerías tan profundo,
un puñetazo en el corazón
y hasta el fondo que irías.
Nadie preguntaría por ti.
Monstruo,
monstruo,
monstruo eres.
Buenas noches, señora,
y hasta la eternidad.

Escribí esto anoche a las tres de la mañana y hasta el culo de diazepam. Empiezo a preocuparme. Creo que necesito un fin en la vida.

sábado, 24 de mayo de 2014

Verano, invierno

-¿Cómo puedo tener los muslos tan calientes y las rodillas tan frías?
-Los muslos son para hacer el amor. Las rodillas son para hincarlas en el estómago de tus enemigos.

martes, 6 de mayo de 2014

Nana


Duerme, duerme, mi niña, que la sombra viene ya, que ya es de noche.
Duerme. Cierra los ojos. Yo estaré aquí. No puede pasarte nada.
Duerme y nunca mires debajo de la cama. No pasa nada. No pasa nada.
Nunca sabrás que mamá también tiene miedo. Sólo duerme. Duerme, que estás a salvo. Duerme, que la noche viene.
No abras los ojos. Sólo duerme.
Duerme. No mires debajo de la cama.
No mires debajo de la cama, mi niña,
no mires,
no mires,
que ya viene.

jueves, 3 de abril de 2014

Desolation row


"Me llamo Magdalena Guillem Ortiz, y tengo cincuenta y dos años. Soy ingeniera de caminos, canales y puertos. Desde que era pequeñita me gustaba jugar con el Lego y con el Scalextric, así que mis padres se alegraron de que siguiera mis sueños cuando elegí mi carrera. Mi abuela Cándida, por su parte, me dijo "¿pero ahí dejan entrar a las señoritas?". Mi santa abuela. Menos mal que no vivió para ver esto.

Fui una niña del milenio, así que los presagios del Apocalipsis me han seguido desde que nací. Las películas, las series, los periódicos, todos hablaban de que se que acababa el mundo: la polución, el calentamiento global, la recesión económica, la guerra en Siria, en China o en todas partes. Crecí escuchándole a los periodistas y a los escritores que mi generación estaba jodida, que éramos unos egocéntricos y unos desencantados de la vida que estaban todo el día en internet, y que así no había quien echara p'alante. Lo que son las cosas, la mayoría de esos carcamales que se pasaban la vida sentados sobre sus reales culos echando pestes de nosotros murieron devorados hace tiempo, incapaces de correr para salvar la vida, y nos ha tocado a los "desencantaos" hacernos cargo de defender los restos del mundo que ellos estaban tan complacidos de haber creado. Ja.

Porque sí, al final, el Apocalipsis acabó llegando.

Pero la cosa es que no ha resultado ser muy entretenido."


Un día de estos voy a aprender a escribir guión cinematográfico y os vais a cagar todos.
Y leo esta historia con la voz de Concha Velasco.

viernes, 21 de marzo de 2014

Stronger than you'll ever know


Soy más de lo que tú puedes ver, más, mucho más. Tú ves sólo una mujer, una personita, un corazón que late, un paquetito de piel. Pero oh no, oh no,

ESTOY HECHA DE RAYOS SOLARES, ESTOY PARIDA EN LA LUZ, MI ALMA ES UN ALARIDO, SOY INFINITA.

En mí palpitan los siglos y vibran las campanas del amanecer, en mi núcleo arden todas las noches, soy inmortal, soy eterna. Mi espíritu es una llamarada azul hecha de gotas de universo, y a través de mí cantan todas las almas, todos los sueños. La esencia profunda de mi yo es una cuerda tendida al infinito, mares y mares de estrellas. Soy más de lo que tú puedes ver, más, más, mucho más. Hoy me has humillado y te has reído de mí, porque no sabes escuchar en el eco de mi voz el grito de la Vida y el rugir del Tiempo. Pero ah, ¿quién eres tú, mezquino hombrecillo, para venderme barata? Nadie, no eres nadie.

Y yo, yo soy infinita.

lunes, 3 de febrero de 2014

"A mí me gusta el humor negro, si a ti no te gusta no mires, pero no me censures".

Oh. Oh, cuánto lo siento. ¿Acaso te incomodé con mi exigencia de respeto? ¿Te molestan mis lágrimas y mi humillación? ¿Por ventura mi puto estrés post traumático ha perturbado en medida alguna tu sacrosanto derecho a echarte unas risas a costa de otros?

Mil perdones. Mil excusas. La próxima vez iré a sentirme como una mierda a otro rincón para que no tengas que recordar que eres una persona horrible, para que ni siquiera tengas que replantearte tu vida y tus privilegios; la próxima vez me callaré para que no sepas que no, no eres un un buen tío.

OH DIOS, TE VAS A IR A LA MIERDA. TE VAS A IR TANTO A LA MIERDA QUE VAS A TRASCENDER LA MIERDA Y VAS A CONOCER LOS MÁS RECÓNDITOS INTERSTICIOS DEL PROPIO CONCEPTO DE LA MIERDA. TE VAS A IR TANTO A LA PUTA MIERDA QUE ACABARÁS POR HACER LA VUELTA COMPLETA Y A DARTE CUENTA DE QUE LA MIERDA ERES TÚ.

Buenas noches, Valencia.

Serenata de invierno


Hay algunas cosas doradas en este mundo, que parecen pertenecer al mismo, misterioso campo semántico.

Las manzanas asadas, la canela, la mantequilla derretida, el caramelo, el té negro, el azúcar moreno, el clavo de olor, la sidra caliente, el ron.

En los días helados como éste, los sabores dorados que guarda la memoria son una cinta color ocaso que calienta el alma y las manos que sostienen al corazón.

domingo, 20 de octubre de 2013

Los hijos del caos


La belleza es el amor en los ojos, en la piel; ambas cosas son la misma, aunque tengan distinto cuerpo. Y a pesar de lo que muchos creen, ni el amor ni la belleza provienen, emanan ni dependen de la perfección.

La perfección, de hecho, es una criatura humana, proyectada y parida a imagen y semejanza de los anhelos de la especie. Y toda búsqueda de perfección lleva a la locura y a la muerte, pues es la locura el único camino, y la muerte la única perfección completa: limpia, inocente, taxativa y eterna, la muerte. Un meteoro acelerado y enloquecido, desnudo de fuegos, una vida que se precipita en gritos callados a morir, eso es la perfección.

La belleza y el amor son más que hermana y hermano de la fealdad y el odio: son la fealdad y el odio. En el mismísimo corazón de lo bello pululan los gusanos de la repugnancia y el asco, en su pecho se anida todo lo sucio y lo venenoso. Y en el amor, ¡ah!, en el propio amor viven el horror y la crueldad, la miseria, la desidia y el crujir de dientes.

Así es como debe ser.

Pues no puede haber belleza sin fealdad; hasta tal punto no pueden existir la una sin la otra que una pasa a ser la otra, una imbricada en la otra de tal manera que serían llamadas con horror monstruo, deformidad, engendro de trozos. Y su visión, ambigua, terrorífica, (hermosa), hace vibrar nuestro corazón.

Así ha de ser.

Pues no puede haber amor si no hay imperfección, tara, defecto. Es la miseria en el corazón de la gloria lo que engendra el amor. La perfección puede ser venerada, temida, buscada con desesperación, pero jamás amada; la perfección, tan limpia, tan pura, tan aséptica y carente de vísceras, no puede sentir amor. Lo que admiramos es perfecto, pero sólo amamos la mugre, el escarnio, lo espantoso e imperfecto de la persona, del lugar, del hecho; aceptar su mitad monstruosa y abrazarla con los ojos abiertos, eso es belleza, eso es amor.

Así ha de ser.


Y recuerda que, si has llegado hasta aquí desde Facebook y eres capaz de dejar un comentario y un "me gusta" en mi tablón, también lo eres de hacer lo mismo aquí. No hay que ni darle a me gusta. Sólo escribir. Un "qué chulo" va bien. Yo lo dejo caer. Si eso. ^^

sábado, 29 de junio de 2013

La educación del esclavo

De todas las mentiras que se me han contado a lo largo de mi vida, ésta es una de las más perniciosas: "si se mete contigo, ignóralo y se aburrirá de ti".

miércoles, 29 de mayo de 2013

Alguien ha tomado demasiada cafeína

¿Qué hubiera pasado, digo yo, si Blancanieves de verdad hubiera estado muerta? Si no hubiera habido beso de amor o caída con efecto Heimlich que valiera; si hubiera estado muerta y punto, y, como en el cuento, el príncipe hubiera querido llevársela a su castillo para "contemplar su belleza".

Aquí hay un necrófilo, pero yo no miro a nadie.

PD: Y Shang se enamoró de Mulan antes de saber que era una mujer. Yo sólo lo digo.


Estos son los últimos exámenes finales de mi carrera. Literalmente llevo dos semanas viviendo y durmiendo con el mismo chándal y no sé ni qué día es hoy. Cuento el pasar del tiempo por las latas vacías de Burn. Que alguien haga algo.

jueves, 21 de marzo de 2013

La estación que llegó

Veintiuno de marzo, ha empezado la primavera. Pronto será abril y abrirán las rosas en Viveros, y los amantes jóvenes y viejos pasearán sus cuerpos y su memoria por la hierba tibia y los naranjos perfumados. Y entre el azahar y las rosas florecerán también los libros: Sant Jordi, la fiesta más hermosa del año. Valencia está en flor. Ni siquiera esta amargura que parece eterna puede acabar con la primavera.

jueves, 7 de marzo de 2013

Sopor Aeternus


Pero llegará la noche, ¿y qué harás entonces?

“La noche es oscura, y los terrores la pueblan” dijo la Dama Roja de Asshai, pero ella tenía el fuego. Y tú no. La noche es azul, azul y negra, y el plateado de la luna lame suavemente los contornos. La noche es violeta sobre las tapias negras del cementerio. A lo lejos destellan los fuegos carmesí de la ciudad, incendiando, lastimando el cielo nocturno, pero están muy lejos. Sí. Jazmines en la oscuridad, como delicadas lágrimas blancas bajo encajes y encajes negros. No puedes verlas, pero su perfume te llega, enraizado en este campo de carne humana. Sarcófago. Sarcófago significa comedor de carne.

¿Y qué harás? Este es tu destino, este silencio, esta noche eterna, cuando las últimas campanadas se hayan apagado, y Caronte reclame el metal amargo bajo tu lengua. Tu alma se irá sin ti; tú despertarás en la madrugada, la carne helada, y tentarás tu pecho para encontrar nada más que silencio. “¿Me he muerto acaso? ¿He muerto?”

Sí.

No más aliento silbando en tu garganta. No más redoble apagado de tu corazón. Sólo una noche que nunca termina, el sopor eterno bajo la tierra y la roca. Es el destino de todos. Y tal vez rechinen los rieles de las losas, tal vez oigas el crujido del mármol; de un mármol que lleva décadas, siglos cerrando la boca. Los muertos saldrán, saldrán, saldrán, pero no vendrán a por ti. Pues tú habrás muerto también; sólo escucharás sus pasos sobre la tierra húmeda del camposanto.

¿Quién llama, quién llama a la puerta, quién sopla suavemente los filos de la campana? ¿Quién llora en el suelo de la capilla, lágrimas de cera, cuarteadas rosas de plástico? No hay flores de verdad para los difuntos; sólo copias polvorientas de familiares que ya han olvidado. De descendientes que ya descendieron, como ellos, a los abismos de la nada. Oh, tantos muertos olvidados. ¿Quién se sentará a la vera de la avenida central, quién dormirá bajo el obelisco negro, quién besará la tierra mojada, añorando la caricia sin labios de un espectro? ¿Quién?

¿Yo?

Y estarás aquí para siempre, para siempre. Por la noche todos los contornos son negros, todas las luces son negras. No hay salida, como en los sueños; y el sueño eterno, es flotar en este vértigo, cuando los últimos candiles se hayan apagado. Qué silencio. Qué silencio. Para siempre. En el pliegue oscuro de la muerte ya no hay amanecer. Sólo la sombra, noche azul, sombra para siempre.

Y yo, ¿he muerto?

Aún no.

Aún no.

Música: A strange thing to say (Sopor Aeternus)