lunes, 29 de septiembre de 2014
Regreso a Avalón
Al final, todos volveremos a Avalón.
No importa qué tan lejos nos haya llevado nuestro camino, tarde o temprano surcaremos las aguas del lago de vuelta a nuestro hogar, entre cortinas de niebla y más allá. Nuestro corazón aún recuerda las palabras de poder para abrir el cofre de las brumas. Avalón, Avalón, isla sagrada, hogar.
Todos somos huérfanos de Avalón, y añoramos con la voz rasgada de nuestra médula el hogar perdido. Algún día esa nostalgia, inscrita en el lugar donde nace la sangre, nos guiará de vuelta a casa. A Avalón.
Al final, todos volveremos a Avalón.
El amor es una rueda, dice la voz de la Madre; el amor es eterno. El amor fecunda y transforma y recarga y renueva: así es como se mueve el mundo, así es como giran las estaciones y se levantan las hogueras. Paso a paso los dolientes hacemos el camino de regreso, los pies descalzos lastimados y el corazón cargado de lágrimas, siguiendo el sendero de candiles que sube el promontorio de la isla, cantando lamentos de añoranza y deseo. Sobre la cumbre del Tor la Madre finalmente nos acogerá en sus brazos. Para siempre.
Al final, todos volveremos a Avalón.
En nuestros suspiros ha quedado atrapado para siempre el aliento de los manzanos. En el brillo de nuestras lágrimas la plata del lago. Avalón nos dejó en este mundo. A Avalón hemos de regresar algún día. Incluso en los momentos de más agrio quebranto, el eco de nuestra alma trae el dulce resonar de los cánticos y las campanas; y cerramos por un momento los ojos hinchados de llanto y sonreímos a través de la pena, pues a pesar de este sufrimiento el hogar aguarda, algún día. Avalón siempre aguarda.
Al final, todos volveremos a Avalón.
Y será el peregrinaje final al santuario bajo la montaña un viaje a las entrañas de nuestro propio corazón. La sangre y la leche; la Madre cuida de nosotros, la Madre vela por nosotros, la Madre está en nosotros. Madre, Madre, no nos olvides, pues sin ti no somos más que gritos en el viento.
Al final, todos volveremos a Avalón.
Y ese día la bruma se cerrará a nuestras espaldas, y seremos salvos para siempre del dolor y la amargura de la tierra, caminando bajo las estrellas, desnudos de cuidado, en el Mundo entre los Mundos. En el abrazo de la Madre. Para siempre. En la gloria de la Madre. Por siempre. Pues la Madre es el amor, y el amor es el señor de todo.
Algún día, todos volveremos a Avalón.
Y Avalón nos estará esperando.
Música: The English ladye and the knight (Loreena McKennitt)
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