Imagino un personaje. Una joven bruja.
No una bruja centenaria de aspecto engañoso, de esas que esconden su maldad atávica tras el rostro de una jovencita; una de esas criaturas tan explotadas en los medios porque los narradores de historias quieren una hechicera poderosa y experimentada pero no soportan la idea de que no resulte sexualmente apetecible. No. No quiero eso.
Una bruja realmente joven. Diecisiete, diecinueve, veintiún años. Una bruja que ha visto, conocido, sentido la magia como una sombra en el corazón desde el día de su nacimiento, hábil y bien entrenada en unos poderes oscuros que puede convocar como si respirase, pero indiferente, voluble y violenta como sólo son los adolescentes. Ése es el personaje que busco.
Quiero un rostro anormalmente impecable; quiero una carne extraña sólo a la segunda mirada, demasiado limpia, como si no fuera en verdad carne. ¿Es cera? ¿Es plástico? ¿Qué pasa contigo, niña? Quiero unos ojos ojerosos y oscuros, en los que la pupila casi se fusione con el iris (¿casi…? Pero juraría que… no. Imposible). Quiero lagrimales afilados como cuchillos, quiero cejas permanentemente fruncidas. Quizá es odio. Quizá es sólo irritación sempiterna. Quiero que cuando sonría lo haga sólo con un lado de la boca, y que esa sonrisa consiga que el imbécil que le ha dicho "estarías más guapa si te rieras" se quede paralizado de terror.
Quiero dientes vagamente torcidos, como los colmillos de un animal. Quiero una ortodoncia con las gomas negras. Quiero tinte para el pelo y restos de lápiz de ojos mal puesto. Decolorante barato. Laca de uñas mordida. Capas y capas de ropa arrugada. Quiero un gorro oscuro tapando unas greñas mal cortadas y unas pestañas densas que raramente parpadean.
Quiero una crueldad indiscriminada, despreocupada. Impasible. Quiero una ira puntual, silenciosa, toda ojos desorbitados y dientes destapados y saliva que burbujea, una risita para después, "oh, ¿este brazo amputado era tuyo? ¿Ésos eran los huesos de tu abuela? Cuánto lo siento". Ja. Ja. Ja. Neutral maligna. Ni lo sé, ni me importa.
Quiero un cuerpo que refleja y absorbe la luz a voluntad, una luminosidad enfermiza, demasiado limpia, demasiado. Un hueso mondo, un huevo cascado, restos de una masacre mucho tiempo después. Quiero un personaje discretamente repulsivo, un personaje en que no oculta ninguna putrefacción (la corrupción es para alguien que alguna vez ha sido bueno), un personaje al que no se observa, no se toca, no se desea. Un personaje que se teme. Aunque no sepas por qué.
Quiero silencio. Unos labios casi siempre cerrados. Sonrisa de medio lado. Quiero alguien que no pide perdón por las cosas que hace porque no se le ha ocurrido juzgar sus propias acciones. Unos dedos que hilan maldiciones con uñas sucias. Una olla que humea en una vitrocerámica rayada. Un conjuro susurrado entre nubes de café y beleño y una jovencita que se carcajea, no como una villana de opereta, si no como una cría escandalosa que fuma en el parque a la una de la mañana. Con sangre en las manos, sangre en los zapatos, sangre en la cara. Ups. Vaya.
Imagino un personaje así. Una joven bruja. Malvada. Limpia. Callada. Blanco y negro y rojo. El monstruo que nunca hemos visto. El monstruo que no nos dejaron ser.
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