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viernes, 25 de abril de 2014

Clarimonde


"Te amaba mucho tiempo antes de haberte visto, mi querido Romuald, y te buscaba por todas partes.  Eras mi sueño; te vi en la iglesia, en el fatal momento, y exclamé: "¡Es él!". Te dirigí una mirada que concentraba todo el amor que te había tenido, que te tenía y que debía tenerte en el porvenir; una mirada que hubiese bastado para condenar a un cardenal o hacer arrodillarse a un rey a mis pies en presencia de toda su corte. Tú permaneciste impasible y preferiste a tu Dios… ¡Ah, qué celosa estoy de tu Dios, a quien has amado y amas más que a mí! ¡Qué desgraciada soy! ¡Jamás tendré tu corazón para mí sola, para mí, que he resucitado con un beso tuyo, para Clarimonde, la muerta, que fuerza por ti las puertas de la tumba y viene a consagrarte una vida que ha recogido de las frías cenizas sólo para hacerte dichoso!"

La muerta enamorada, Téophile Gautier

martes, 25 de marzo de 2014

Tú eres el adulto aquí


"'Oh, es que era tan sexy, ¡si lo estaba pidiendo! Oh, sólo era técnicamente una niña, se comportaba como una mujer'. ¡Qué fácil es echarle la culpa a una niña, ¿no?! Sólo porque una niña sepa imitar a una mujer, no significa que esté preparada para hacer las cosas que una mujer hace. Vamos, ¡tú eres el adulto aquí! Si una niña está experimentando y dice algo coqueto, la ignoras. No la animas a seguir".

(Ellen Page en "Hard Candy")

lunes, 12 de agosto de 2013

La muerte y las palabras


-Refectorio, scriptorium, biblioteca -dijo Guillermo-. De nuevo la biblioteca. Venancio murió en el Edificio, y muy probablemente en la biblioteca.

-¿Por qué justo en la biblioteca?

-Trato de ponerme en el lugar del asesino. Si Venancio hubiese muerto, asesinado, en el refectorio, en la cocina o en el scriptorium, ¿por qué no dejarlo allí? Pero si murió en la biblioteca, habría que llevarlo a otro sitio, ya sea porque en la biblioteca nunca lo habrían descubierto (y quizás al asesino le interesaba precisamente que lo descubrieran), o bien porque quizás el asesino no desea que la atención se concentre en la biblioteca.

-¿Y por qué podría interesarle al asesino que lo descubrieran?

-No lo sé. Son hipótesis. ¿Quién te asegura que el asesino mató a Venancio porque lo odiaba? Podría haberlo matado, como a cualquier otro, para significar otra cosa.

-Omni mundi creatura, quasi liber et scriptura... -murmuré-. Pero ¿qué tipo de signo sería?

-Eso es lo que no sé. Pero no olvidemos que también existen signos que sólo parecen tales, pero que no tienen sentido, como "blitiri" o "bu-ba-baff"...

-¡Sería atroz matar a un hombre para decir bu-ba-baff!

-Sería atroz -comentó Guillermo- matar a un hombre para decir Credo in unum Deum...

(El nombre de la rosa - Umberto Eco)

sábado, 15 de junio de 2013

El amor nunca muere

"En cuanto a la portera, ya hace mucho que ha dejado de asombrarse de que no tenga una 'amiguita'. Y como nunca aparece tampoco ningún 'amiguito', ha llegado simplemente a la conclusión de que yo soy una especie de san José, un pobre hombre. Mucho mejor. Hay verdades que escandalizarían a un espíritu rudimentario como el suyo. A mis amiguitos con el ano helado como la menta, a mis exquisitas amantes con el vientre coloreado de gris, los traigo de noche, en mi viejo Chevrolet, cuando todo duerme, y los despido de la misma manera desde el puente de Sèvres [...]"

"Mi sastre [...] no ha conseguido a la postre dejar de sugerirme un vestuario menos sombrío. 'Pues, por elegante que sea, el negro resulta triste'. Es, por tanto, el color que me conviene, ya que yo también estoy triste. Triste por tener que separarme siempre de los que quiero".

"En el momento en que dejé que se deslizara por el Sena, lancé un grito que oí resonar, como procedente de otro planeta. Me pareció que me arrancaban el corazón, que me arrancaban el sexo.
El Sena había acogido su cuerpo, saturado a lo largo de dos semanas de mi sudor y repleto de mi semen, mi vida, mi muerte, mezclados en Suzanne. En ella entré en el Hades, con ella rodé hasta los légamos oceánicos, me ensortijé en las algas, me petrifiqué en las rocas calizas, circulé por las venas de los corales...
De vuelta a mi casa, me arrojé sobre el lecho, que olía a carroña. Me dormí al instante, brutalmente arrebatado por un sueño mortal, mecido por las mismas olas negras -mare tenebrarum- que mecían a Suzanne, mi amor."

"Jerôme devuelto a la noche, Jerôme devuelto a los abismos, ¿qué corrientes desciendes, barco ebrio?
Y yo no tardaré en caer en la muerte como Narciso en su imagen."


De "El Necrófilo" de Gabrielle Wittkop, la novela más perturbadora y hermosa a un tiempo que he leído jamás. De alguna manera la autora toma una temática destinada a producir rechazo y miedo, y la convierte en una fábula aterradoramente poética, una triste, barroca, desesperada historia de amor. Cada vez que la leo (y lo hago con una constancia inquietante) siento en mi garganta un nudo extraño, y me parece que caigo en un rincón oscuro de mi alma como Lucien en la muerte, como Narciso en su imagen.

domingo, 8 de abril de 2012

En la cafetería de Mae


[...]

A su lado, hombrecillos panzones con trajes claros y sombreros panamá; hombres limpios, rosados, de ojos confusos y preocupados, ojos inquietos. Preocupados porque las fórmulas no dan resultado; ansiosos de seguridad y, sin embargo, sintiendo que ésta está desapareciendo de la tierra. En sus solapas, insignias de lugares donde se alojan y de clubs, sitios donde pueden ir y, mediante la suma de un número de hombrecillos preocupados, asegurarse a sí mismos de que los negocios son algo noble y no el curioso robo ritual que saben que es; que los hombres de negocios son inteligentes a pesar de las pruebas patentes de su estupidez; que son amables y caritativos a pesar de los principios por los que se rigen los negocios rentables; que sus vidas son ricas en lugar de las aburridas y sosas rutinas que conocen; y que llegará el tiempo en que dejarán de tener miedo.

En "Las uvas de la ira", de John Steinbeck.

sábado, 27 de agosto de 2011

De personas y de árboles

Los pedantes nos repiten desde hace dos mil años que las mujeres tienen el espíritu más ágil y los hombres más solidez; que las mujeres tienen más delicadeza en las ideas y los hombres más fuerza de atención. Un palurdo de París que se paseaba hace tiempo por los jardines de Versalles dedujo de todo lo que veía que los árboles nacen podados.

Henri-Marie Beyle (Stendhal)

lunes, 20 de junio de 2011

En el jardín


"Cuando estoy sola pienso en ti. Me masturbo pensando en ti. ¿Lo sabías? Y pienso que nos podríamos casar, y tener hijos. Joder, Chimo, ¿no ves que te quiero?"

Vahina Giocante en Lila dit ça, de Ziad Doueiri.

domingo, 5 de junio de 2011

As a matter of smoke...


-Oscar Wilde: Do you mind if I smoke?

-Sarah Bernhardt: I don't care if you burn.

martes, 11 de enero de 2011

Cosas bonitas

-Me voy a morir -balbuceó, clavándome las uñas en el brazo.
-No te vas a morir. Te he permitido todas las canalladas del mundo desde que éramos niños, pero esta de morirte no. Te lo prohíbo.
Sonrió sin fuerzas.
-Ya era hora de que me dijeras alguna cosa bonita (...)


Mario Vargas Llosa, en Travesuras de la niña mala.

sábado, 16 de enero de 2010

La marmita olímpica

La humeante sopera descansó en el centro de la mesa, con el cucharón de plata metido en las entrañas, y rápidamente se llenaron los platos. ¡Soberbia sopa! Flotaban en su superficie las lunas de grasa, y entre las rebanaditas de pan impregnadas de suculento líquido, los menudillos de la gallina, las tiernas yemas de color de ámbar y los negruzcos hígados, que se deshacían al entrar en la boca. Todos comían con apetito, especialmente don Juan, que, a pesar de su sobriedad de avaro, era un tragón terrible al entrar en mesa ajena.
[...]
Rafael, en cuatro cucharadas, se tragó su ración, poniéndose al nivel de los demás cuando salió el cocido, dos fuentes magníficas, que exhalaban un vaho consolador, un tufillo alimenticio que se colaba hasta el fondo del estómago. En la una, las patatas amarillentas, los reventones garbanzos sacando fuera del estuche de piel su carne rojiza, la col, que se deshacía como manteca vegetal, los nabos blancos y tiernos, con su olorcillo amargo; y en la otra fuente las grandes tajadas de ternera, con su complicada filamenta y su brillante jugo; el tocino temblón como gelatina nacarada; la negra morcilla reventando, para asomar sus entrañas al través de la envoltura de tripa; y el escandaloso chorizo, demagogo del cocido, que todo lo pinta de rojo, comunicando al caldo el ardor de un discurso de club.


Adivinadlo. Tengo exámenes y estoy resfriada; con el tiempo que ha estado haciendo, son cocidos como éste, descrito magistralmente por Blasco Ibáñez en "Arroz y Tartana", los que visitan mis sueños más húmedos. Tengo hambre T.T