sábado, 30 de agosto de 2014

Acerca de la educación y sus vicios


Pero la mandaste callar, y ella aprendió que sus palabras no valen. La castigaste por hablar, te reíste con la comisura de la boca, y ella aprendió que la humillación es todo cuanto espera a quien trata de hablar por sí misma. La deslegitimaste por su aspecto (pues ¿quién no lo haría?) y ella aprendió que su ropa y su maquillaje cuentan mucho más que sus ideas.

¿Crees que no lo recordará cuando crezca? ¿Crees que tu desprecio no ha dejado una muesca profunda en su autoestima, crees que la vergüenza no ha metido un alfiler amargo en una flor que aún no se había abierto? Nunca más volverá a estar intacta. No has sido el único, ni lo serás. Algo era importante para ella, una voluntad y un cambio estaban a punto de nacer, y tú reventaste ese vaso contra el suelo. Y como a ti no te duele, no te arde, no te hunde, no te pesa, nunca lo sabrás. Pero algún día ella no sabrá decir que no,  y tú querrás echarle la culpa.

Pero fuiste tú.

No, no es fácil.

Pero fuiste tú.

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