Pero llegará la noche, ¿y qué harás entonces?
“La noche es oscura, y los terrores la pueblan” dijo la Dama
Roja de Asshai, pero ella tenía el fuego. Y tú no. La noche es azul, azul y negra, y el
plateado de la luna lame suavemente los contornos. La noche es violeta sobre
las tapias negras del cementerio. A lo lejos destellan los fuegos carmesí de la
ciudad, incendiando, lastimando el cielo nocturno, pero están muy lejos. Sí.
Jazmines en la oscuridad, como delicadas lágrimas blancas bajo encajes y
encajes negros. No puedes verlas, pero su perfume te llega, enraizado en este
campo de carne humana. Sarcófago. Sarcófago significa comedor de carne.
¿Y qué harás? Este es tu destino, este silencio, esta noche
eterna, cuando las últimas campanadas se hayan apagado, y Caronte reclame el
metal amargo bajo tu lengua. Tu alma se irá sin ti; tú despertarás en la
madrugada, la carne helada, y tentarás tu pecho para encontrar nada más que
silencio. “¿Me he muerto acaso? ¿He muerto?”
Sí.
No más aliento silbando en tu garganta. No más redoble
apagado de tu corazón. Sólo una noche que nunca termina, el sopor eterno bajo
la tierra y la roca. Es el destino de todos. Y tal vez rechinen los rieles de
las losas, tal vez oigas el crujido del mármol; de un mármol que lleva décadas,
siglos cerrando la boca. Los muertos saldrán, saldrán, saldrán, pero no vendrán
a por ti. Pues tú habrás muerto también; sólo escucharás sus pasos sobre la
tierra húmeda del camposanto.
¿Quién llama, quién llama a la puerta, quién sopla
suavemente los filos de la campana? ¿Quién llora en el suelo de la capilla,
lágrimas de cera, cuarteadas rosas de plástico? No hay flores de verdad para
los difuntos; sólo copias polvorientas de familiares que ya han olvidado. De
descendientes que ya descendieron, como ellos, a los abismos de la nada. Oh,
tantos muertos olvidados. ¿Quién se sentará a la vera de la avenida central,
quién dormirá bajo el obelisco negro, quién besará la tierra mojada, añorando
la caricia sin labios de un espectro? ¿Quién?
¿Yo?
Y estarás aquí para siempre, para siempre. Por la noche
todos los contornos son negros, todas las luces son negras. No hay salida, como
en los sueños; y el sueño eterno, es flotar en este vértigo, cuando los últimos
candiles se hayan apagado. Qué silencio. Qué silencio. Para siempre. En el
pliegue oscuro de la muerte ya no hay amanecer. Sólo la sombra, noche azul,
sombra para siempre.
Y yo, ¿he muerto?
Aún no.
Aún no.
Música: A strange thing to say (Sopor Aeternus)
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