lunes, 24 de noviembre de 2014

La muerta viva


Morí hace un par de meses;
nadie se ha molestado en notificármelo,
pero yo lo sé.
Una sabe esas cosas.
Lo noto en el aliento estancado en la boca,
lo noto en la putrefacción de los dientes.
Lo noto en las manos heladas,
en el silencio del pecho,
en el rumor de gusanos en el estómago y los miembros.
Estoy muerta.
Los demás fingen que no se han dado cuenta
y siguen hablando 
        (siempre hablan)
pero yo lo sé.
No pueden mentirme.
Todo este tiempo ha sido un gran error.
Y lo cierto es que los vivos
       -maleducados ellos-
no dejan a los muertos
ni estar muertos en paz.
Yo morí hace un par de meses
y quisiera irme de aquí.

Hoy he tenido un día horrible.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Carta de una veinteañera desconsolada

¡¿Joven?!

¿Joven para qué, puede saberse?

¿Por qué somos jóvenes? ¿Porque nuestros hombres aún no se han quedado calvos? ¿Porque aún no hemos parido? ¿Porque seguimos estudiando y estudiando, estudiando con una compulsión desesperanzada? ¿Eh? ¿Es porque no tenemos casa, ni trabajo, ni pagamos facturas? ¿Eh? ¿EH?

¿Jóvenes? ¿Jóvenes para qué? ¿Crees acaso que no estamos desesperados por una casa, un trabajo, unas putas facturas que por lo menos justifiquen, muestren, registren que tenemos algo propio, que nuestra vida existe, que somos un poco más que nada? (porque este puto mundo no reconoce más evidencia que el dinero, y nosotros ya estábamos atrapados en la partida antes de saber si queríamos jugar). ¿De qué, de qué nos sirve ser jóvenes? ¿Crees que nos llena de gozo no poder salir de las aulas (porque la alternativa es peor), estudiar año tras año para nada? ¿Crees que somos frívolos y despreocupados? Por dios, ¿en el culo de quién has tenido metida la cabeza todos estos años? No sabes nada. No sabes nada.

¿Jóvenes? ¿Jóvenes de qué, si estamos más amargados y más solos de lo que jamás lo estuvieron aquellos que nos criaron prometiéndonos la luna? ¿Jóvenes para qué, que vamos dando tumbos de secretaría en secretaría arrastrando un cabreo el doble de grande que nosotros? Jóvenes de qué, que estamos atragantados de papeles y desmotivados y agotados y ya no suplicamos ni "una oportunidad, por favor" porque ya no creemos que tal cosa exista. Jóvenes. Ja. Trata de ser joven cuando tienes úlceras en los dedos y arrugas en el corazón. ¿Jóvenes? ¡¿Jóvenes?! ¿Qué sabes tú de ser joven, en primer lugar? ¿Es sólo lo que recuerdas de tu tiempo, una Arcadia feliz tan lavada por los años que ya no ves el sufrimiento, tan rellena de laureles y de suerte que no te cabe en la cabeza el profundo vacío de nuestro futuro? Siento robar tu corona de papel albal (porque no, no es de plata, no es de platino, es de puto film de aluminio, cállate), pero no sabes una mierda.

Deja de hablar de nosotros. Deja de hablar, de opinar, de lloriquear sobre lo que leemos, lo que decimos, lo que usamos, lo que deseamos y lo que amamos, deja de criticar desde tu polvoriento sillón nuestra ira y nuestros asideros en este hoy sin nada. Deja de codiciar nuestra edad como si se tratara de una panacea para tu amargura, porque es un insulto a nuestra desesperanza y a los sueños que no serán; deja de hablar porque no entiendes que ansiamos tu estable aburrimiento con una sed humillada, aunque sea un poco, porque al menos viene sin miedo, sin miedo. Deja de hablar de nosotros, porque no tienes permiso. Cállate.

¿Jóvenes, jóvenes de qué, si puede saberse? ¿Crees que nos emborrachamos todos los fines de semana? ¿Con qué puto dinero, en primer lugar? ¿Crees que nos creemos invencibles? ¿Cómo, si nos repiten todos los días que nos derrotaron antes de avisarnos de que íbamos a la guerra? ¿Jóvenes cómo, si nos han chupado la sangre, la savia, la esencia, la esperanza? Jóvenes cómo, si nos han abandonado al tedio y al asco y a la nada. De qué sirve esta juventud, me pregunto, cuando es tan humillada, tan seca, tan burlada, tan sola.

Jóvenes.

Jóvenes para qué.

***

La próxima primavera (y la primavera ha pasado a no ser más que una oscura metáfora) cumplo veinticinco años. A esa edad, mi madre ya tenía una casa propia, un trabajo relacionado con unos estudios que había disfrutado mucho, un marido del brazo y a mí en el útero: todo lo que siempre había querido. Yo tengo más títulos académicos de los que ella tuvo entonces, y eso es todo. Bachillerato, licenciatura, máster, idiomas: papel mojado, y una mochila vacía. Sin triunfo. Sin cambio.

¿Acaso puedes detectar el fracaso
si es todo lo que siempre has conocido?