martes, 30 de noviembre de 2010

Dama Cuervo

¿Por qué someter a alguien a través del dolor? ¿Qué propósito tiene obligarle a hacer lo que no quiere por la fuerza, a pesar de sus lágrimas? ¿De qué sirve valerte de puños y puñales para obtener lo que deseas? ¿Por qué usar el dolor, que no recoge más que odio, para lograr tus fines? Con el dolor sólo conseguirás veneno en tu copa al final de los días.

Tesoro mío, dale placer a una criatura y la tendrás a tu merced.

¿Para qué perseguir a la fiera, arriesgándote a morir por un trofeo? Dale de comer de tu propia mano hasta que puedas rebanarle el cuello sin resistencia. ¿Para qué violar y desgarrar a la virgen aterrorizada que chilla bajo tus manos? Hazla disfrutar hasta que no pueda evitar abrirte las piernas. ¿Para qué castigar con latigazos la espalda del enemigo cautivo? Colma hasta sus más oscuros deseos y sentirá que tiene una deuda contigo.

Hazlos sufrir de forma diferente; oblígalos a desear aquello que tanto temen. Captura su voluntad en lugar de someterla y enrédalos en una espiral de culpa, y jamás podrán levantar una mano contra ti. Cualquier bárbaro puede reventar una cabeza con un hacha, pero sólo alguien de exquisita y retorcida inteligencia puede encontrar ese punto lascivo que cada ser humano teme que le acaricien.

Dale dolor a una criatura, y obtendrás la obediencia siempre presta a saltar que trae el rencor.
Pero dale placer, oh tesoro, y su alma te pertenecerá para siempre.

martes, 23 de noviembre de 2010

De una de las múltiples facetas de la estupidez

Imaginemos la siguiente escena: una jovial estudiante de Historia da vueltas por la zona de audiovisuales del Corte Inglés, buscando cierto dvd que no aparece ni debajo de las piedras. Nadie le sabe dar razón de él. Así que mientras se retira con el rabo entre las piernas, pasa por delante de la sección de libros. La estudiante piensa "bueno, echar un vistazo antes de irme no hará daño" (la última vez que pensó eso llegó dos horas tarde a casa, pero bueno, ella es feliz engañándose). Pasea la estudiante. Novela rosa, imitaciones de Crepúsculo más rancias que la original si cabe, imitaciones de Millenium más o menos afortunadas, la última novela de Vargas Llosa...

En su deambular la estudiante acaba, cómo no, hojeando los libros con una aberrante desvergüenza. Pero todo crimen siempre tiene su castigo. Así que leyendo la contraportada de un libro, la jovial estudiante se encuentra más o menos con lo siguiente: "Este valiente libro pretende ser un caballo de Troya contra la falacia de la sociedad multicultural, desvelando la imposibilidad de convivir con una cultura, la musulmana, incapaz de asumir las libertades..." El gesto de la jovial estudiante se hiela en el aire y baja el libro muy despacio. Presa de una horrible sospecha, mira a su alrededor y descubre que ha sido rodeada de forma infame. Coge otro con las manos temblorosas y lee. "En defensa de la sociedad cristiana occidental, la única capaz de garantizar los derechos fundamentales". La jovial estudiante, ahora no tan jovial, deja el libro con las manos temblorosas y aún se atreve a coger otro. "Chueca no es Teherán, y es momento de decirlo sin tapujos y sin velos. No podemos permitir..." Horror. La estudiante se aleja de allí presa del pánico, con el corazón latiéndole a mil por la indignación.

"Relájate" se dice a sí misma. "Piensa en algo bonito. O mejor, ¡lee algo bonito!" Su mirada se posa sobre un libro gruesísimo, de tapa dura, con una lujosa sobrecubierta. "Historia total de España. Mira, esto estará bien". Abre el libro y, como le han enseñado en la facultad, lo primero que hace es mirar el índice.

"Capítulo cuatro: la pérdida de España y la catástrofe islámica".

La jovial estudiante se echa a llorar.



Por desgracia, la escena es verídica. No había manera de encontrar el puto dvd de El Misterio del Príncipe, y además tuve que sufrir tamaños insultos a mi inteligencia. Menuda tarde. Está visto que si nos descuidamos y somos demasiado amables, los moros nos invadirán, nos arrancarán el clítoris, nos pondrán burqas, nos prohibirán ducharnos y nos obligarán a rezar a su pérfido dios.

(nótese la ironía)

Realmente, no entiendo ese pánico que ha cundido últimamente por la inmigración, sobre todo desde que estalló la crisis. Todos sabemos que los seres humanos, especialmente si se han formado poco o nada, encuentran particularmente fácil culpar de sus problemas a los extranjeros en cuanto empieza a apretar un poco el cinturón. Máxime si esos extranjeros son de otro color, otra forma, se visten diferente, huelen diferente o vaya usted a saber (no he visto a nadie maldiciendo a los jubilados ingleses y alemanes que están arrumbados en Benidorm chupando del bote y sin mover un dedo). Claro que por mucha tendencia biológica, antropológica o lo que sea que pueda ser, no es excusa. Además, no sé si os habéis dado cuenta de que el pánico y las críticas se centran sobre todo en la comunidad islámica. A los chinos se les ha criticado mucho por su filosofía del trabajo, contra la cual los indígenas no pueden competir. A los latinoamericanos y los de Europa del este también se los menta, normalmente para asociarlos de forma malintencionada con la delincuencia desde los medios. Y los subsaharianos también empiezan a tener presencia en las grandes ciudades, les guste o no a algunos. Pero con los árabes... con los árabes la gente la tiene. Sencillamente la tiene. No se me ocurre otra explicación.

Hará cosa de un año, en Suiza se votó en un referéndum que se prohibiera la construcción de mezquitas con minarete. Todo muy en consonancia con ese pánico a la "invasión musulmana" que está recorriendo Europa... si no fuera porque en Suiza sólo hay CUATRO mezquitas con minarete. En TODO el país. Y Suiza no será demasiado grande, pero tampoco es Mónaco. Personalmente entiendo que la gente se pueda asustar cuando los cambios aparecen de buenas a primeras, pero no hasta ese punto. Y aún se asustan más: todos estamos hartos de oír hablar del maldito velo islámico en la televisión y de que si se puede poner o no poner en el colegio. Y yo aparte estoy harta de los ignorantes que se llenan la boca insultando pero no saben distinguir un burqa de un hiyab, pero ese es otro tema. ¿Qué le pica a la gente con el velo, me pregunto?

Hasta donde yo sé, la costumbre de las mujeres musulmanas de taparse la cabeza viene de mucho antes del nacimiento de Muhammad: era una manera de distinguir a aquellas miembros de la nobleza tribal árabe (mujeres libres) de aquellas que no lo eran, y de las esclavas. Tras el comienzo de su predicación, pasó a ser una manera de distinguir a las creyentes de las no creyentes. Sin embargo, los versículos del Quran de los que se deduce que taparse por completo ha de ser imperativo para la mujer musulmana, son ambiguos y normalmente se ha traducido como "velo" palabras que en un principio también pueden significar "cortina", "chilaba" y otras variantes. Ha sido la interpretación, como siempre, la que ha convertido este código de vestir en una norma religiosa. Además, poco eco se hacen los medios de que los velos tradicionales dejaron de llevarse en muchos países islámicos durante el auge de los movimientos panarabistas y las oleadas de modernización laica que se sucedieron en las décadas de los 50 y 60, en países como Egipto, Irán o Turquía (de hecho, hoy en día en Turquía es perfectamente normal ver a una mujer con niqab andando al lado de una con pantalones cortos). Pero estos movimientos fracasaron: las reformas agrarias no pudieron llevarse a cabo y los recursos continuaron en manos de las oligarquías de siempre. Ante este batacazo, los países islámicos buscaron una opción política nueva, algo totalmente alejado de los modelos occidentales que se habían revelado tan inútiles, y así surgió el Islam como opción política moderna, y así apareció el hiyab moderno que vemos en las calles, creado en las décadas de los 70 y 80 como símbolo de la nueva identidad musulmana. El hiyab, más que un imperativo religioso, es una convención cultural.

Veamos: detesto la idea. El tiempo en que el velo en la cabeza distinguía a una mujer libre y respetable de una esclava ya ha pasado, y hoy en día está más relacionado con la exclusión de las mujeres del ámbito público. No lo haría voluntariamente. Y ojalá ellas no lo hicieran. Pero ¿sabéis qué? NO ES ASUNTO MÍO. Y eso es algo que los políticos y los aterrorizados ciudadanos no entienden. A mí no me parece bien, tampoco, que a las mujeres se nos haga sentirnos obligadas a ser guapas, delgadas, a estar siempre maquilladas y lampiñas, a llevar taconazos y a ponernos minifalda aunque haga un frío del copón. Pero hay chicas que lo hacen, y por mucho que me disguste, es su vida, no la mía. Tampoco me gusta que la gente mezcle la carne con fruta, pero no le tiro el plato a la cabeza a los que disfrutan del melón con jamón, simplemente no lo como. Así debería ser con todo. La gente se rasga las vestiduras con el tema del hiyab, se tira ceniza en la cabeza y entona lastimeros cánticos que hablan de la degradación y discriminación de las mujeres, sin poder entender que sean ellas mismas las que eligen llevarlo.

Lo cierto es que no me trago sus supuestamente nobles propósitos a la hora de prohibir estas cosas. No me trago que les importe una mierda la igualdad a ellos, que se llenan la boca hablando de la equidad semántica y luego arrugan el morro cuando ven a una mujer que no se depila o se defiende con las manos. Yo creo que lo que tienen es miedo. Miedo de lo que es diferente, de que las cosas que siempre han sido cómodas y conocidas para ellos cambien, y del esfuerzo que les supondría adaptarse. Miedo de tener que esforzarse por entender. Miedo de comprender que esa diferencia que siempre los ha hecho sentirse tan seguros no es tal, de que debajo de ese pañuelo haya un cerebro como el suyo. Tienen, resumo, el mismo miedo que tienen los heterosexuales gallitos de que les toquen el culo, hablando en vulgar. ¿Miedo a dormir o a despertar? Machado ya se la sabía, a comienzos del siglo pasado.

Cualquier padre de adolescentes sabe que la mejor manera de conseguir que la gente haga algo es prohibírselo. Así consiguió Federico II que el pueblo prusiano comiera patatas: se conoce que les daba grima comerse aquellas cosas con pinta de tumores, así que su majestad simplemente las sembró en sus Huertas Reales y colocó a la guardia a vigilarlas. Antes de que se dieran la vuelta ya tenían a los desconfiados súbditos robándolas. Con estas costumbres va a ocurrir lo mismo, no hay que ser un genio para verlo. Ahí tenemos el ejemplo de Francia y Gran Bretaña, países ya viejos en este tema de recibir inmigración y que sin embargo no han sido capaces de adoptar políticas que permitan crear una sociedad plural. Hoy en día, hay una buena cantidad de jóvenes de mi edad en Francia que han ido a los mismos colegios, liceos y universidades que el resto, pero que son tratados con desconfianza y tienen muchas menos oportunidades en el mercado laboral porque se llaman Ahmed o Fadoua y sus padres (o abuelos) eran de Argelia. Esos chicos son franceses. O británicos. Tienen DNI y pasaporte. Pero no se les trata igual. Y la mayoría vive en ghettos de la periferia, donde muchas veces se dan "asesinatos de honra" y otros tipos de violencia. Chicos de ese tipo fueron los que pusieron las bombas en el metro de Londres. No eran "moros locos", vestidos con chilabas y recién salidos de una madrasa con el seso sorbido. Eran chicos como yo.

¿Por qué pasan estas cosas? Mi profesor de Geografía Humana (todo un profeta de nuestro tiempo que cada miércoles y viernes a mediodía sube al estrado con sus gafillas de tortuga galápago y suelta las más terribles verdades sin perder la calma) tiene una respuesta lapidaria: al ver la desconfianza de sus semejantes, su desigualdad, su incapacidad para salir del ámbito de los "inmigrantes" a pesar de tener la nacionalidad y de ser tan europeo como cualquiera, esos jóvenes piensan: "¿No queréis que sea británico, o francés? Muy bien. Seré musulmán". Por eso se aferran tanto a sus costumbres, por eso se niegan a adoptar otros códigos de vestir, a comer diferente, a mimetizarse con esta cultura. Se sienten agredidos por el hecho de que nosotros nos sintamos agredidos por ellos. Y así nunca acabamos.

Además, ¿quién no se sentiría así? Yo no aparezco en las estadísticas de inmigración porque he tenido la doble nacionalidad desde que nací, pero no creo que eso desmerezca el hecho de que emigré. Tenía diez años cuando mi familia y yo nos marchamos de Perú y vinimos a vivir a Valencia, y siento decirlo pero el piso sesentero de mis abuelos en Alfara del Patriarca (3.000 habitantes -.-) no era precisamente la Europa intelectual y glamourosa de la que me habían hablado. Me sentía sola, había perdido mi casa de siempre, a mis amigos y a casi toda mi familia, y estaba en un país extraño donde o hacía demasiado frío o demasiado calor, la gente gritaba sin motivo aparente y soltaba palabrotas como si tal cosa. Los niños del colegio se pegaban, tiraban los bocadillos por los aires y escupían; yo venía de un colegio privado muy caro, imaginaos el horror. Y por si no era suficiente, la gente me trataba como si fuera estúpida, me hacía preguntas ignorantes sobre qué idioma se hablaba en Perú, me insultaba, se reía de mi acento. Llego a ser de otro color y aquello habría sido el infierno. Id a decirle a esa niña asustada y enfadada que no era inmigrante, que era española de toda la vida, a ver cómo se ponía. Recuerdo claramente la furia y la impotencia de esa época; son la razón por la cual, a pesar de que mi vocabulario y mi entonación son españolas, sigo seseando, y no pienso dejar de hacerlo. "¿No queréis que sea una de vosotros? Seguiré siendo peruana".

Y sin embargo, no. No, no y no. Que no se pone pañuelo en el colegio. Que no se reza mirando a la Meca. Que no se construyen minaretes. Podemos comer comida china y bailar reggaetón, pero morerías no. ¿Quién tiene la culpa de todo esto? ¿Los políticos, que como siempre hablan por los codos y no hacen nada? ¿Los obreros que miran con odio a aquellos que, ellos creen, les roban su trabajo y su puesto en la Seguridad Social? (cosa que es una falacia, no hay más que mirar las estadísticas). ¿Esos historiadores, como el autor de aquel libro tan gordo, que se avergüenzan de su pasado islámico y soslayan siete siglos de historia hispánica con un "nos quitaron España y la recuperamos"? España ni siquiera existía por aquel entonces. Y eso es algo que parece que algunos nunca asumirán.

De verdad que no entiendo el miedo. Entiendo el deseo de tener una identidad; es común a todos. Todos deseamos ser nosotros y le enseñaremos los dientes al que intente impedírnoslo. Pero no veo la amenaza en que se instalen familias extranjeras buscando ganarse la vida como buenamente puedan, huyendo de las dificultades económicas de sus países de origen. Yo he vivido eso. Yo, que iba a uno de los colegios privados más caros de Lima, acabé estudiando un curso entero que mis padres no pudieron pagar; mi padre, graduado en Derecho por una prestigiosa universidad privada, trabajó el primer año en Valencia conduciendo un tractor por la Huerta. Eso es algo que la gente no ve, pero para verlo es tan fácil como acercarse y preguntar: por eso no entiendo el miedo. No entiendo ese miedo a que los extranjeros nos roben nuestra identidad. Nosotros somos más amenaza para ellos de lo que ellos lo son para nosotros. Y si nos ponemos nostálgicos y patrióticos, ya va siendo hora de que estemos un poco menos orgullosos de la ínfima escaramuza territorial que fue Covadonga y un poco más orgullosos de Maimónides, Ibn al-Abbar y Averroes. Sólo para igualar las cosas.

Además, siendo sincera, aunque realmente las identidades culturales se diluyeran, aunque las diferencias se hicieran menos visibles, no veo la gran tragedia en eso. Maldita manía que tenemos los seres humanos de basar nuestra identidad en la contraposición de la de otro. Yo soy mujer, tú eres hombre. Yo soy hetero, tú eres gay. Yo soy cristiana, tú eres musulmán. Yo soy blanca, tú eres negro. Lo cual es estúpido porque yo no soy blanca, soy beige, y tú no eres negro, eres marrón, y después de tantos años ya podríamos ir superando el puto vicio.

El día en que dos personas estén lado a lado y uno no pueda decir con seguridad si uno reza así y el otro al revés, si uno habla tal y otro habla cual, si uno come esto y el otro se niega, ese día no habremos perdido absolutamente nada. Ese día habremos triunfado.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Uh, ah, Babalà!

Este viernes a las diez y media de la noche, el grupo de teatro Disbauxa estrena, en el centro cultural Blasco Ibáñez y ante el mundo y la ciudad de Moncada, "Comida China", obra de teatro escrita por moi.

Sé que la mayoría de las personas que leen esto no tienen manera de asistir, pero si eso, pensad en mí a esa hora. Yo estaré entre bambalinas con el nervio de punta ^^

Rompedme una pierna!