Dicen que durante el invierno, Perséfone está en los infiernos, y que Deméter se lamenta y se lamenta, y que por eso la vida en la tierra se marchita y muere. Dicen que no es hasta la primavera, en que su hija regresa, que Deméter despierta de su duelo, y la vida retorna.
Mienten.
¿Quién tuvo la idea de que el invierno es estéril, y de que es en verano cuando la vida bulle? Un nórdico, sin duda. Pero se equivoca. ¿Qué saben los norteños de los veranos inmisericordes? ¿Qué saben los norteños del ardiente estío mediterráneo, que desciende sobre la tierra como el aliento de un dragón y lo quema todo, todo, las flores y el alma, y que dejan la tierra parda, pelada, temblando de fiebre? ¿Qué saben ellos del silencio al rojo quebrado sólo por el gemido de las cigarras, el sol de plomo fundido sobre los campos, qué saben ellos de sequía y de polvo, de la sed de la tierra, de un mundo que arde hasta dejar sólo la costra reseca y una esperanza sudorosa, jadeante de que en algún momento el fuego ha de apagarse? ¿Qué saben ellos, en fin, del alivio del otoño, del regalo de las primeras lluvias, del fresco beso de la brisa, de la vida que se asoma de su madriguera cuando el alquitrán en llamas vuelve a ser mundo?
Nada. No saben nada.
Mientras el verano prende candela a la tierra, Perséfone se esconde entre las sombras del Tártaro, y Deméter llora y duerme, acurrucada bajo las piedras como la serpiente que hiberna, soñando con fruta y cereales mientras afuera el sol abrasa el rostro del mundo. Es en otoño, cuando el agua vuelve; es en otoño, que el sol recula; es en otoño, cuando las noches se alargan y los candiles se encienden y el frío alivia las llagas de la tierra quemada que Perséfone asciende y Deméter despierta, y ofrece su abrazo redentor a los mortales. Cuando la sequía ha terminado y las lluvias empapan su khiton Deméter camina entre nosotros, ofreciendo sus dones. Y su corona es de uva y granada, de setas e higos, de membrillo y castaña, Deméter con sus mejillas doradas de manzana y sus cabellos color de nuez y sus manos generosas de trigo, rebosantes de dones. El calor ha terminado, es hora de despertar, es hora de revivir. ¡Salve, Cloé, salve Malófora, que devuelves la vida a la tierra, que renaces tras el fuego!
Dicen que Deméter se lamenta en invierno, y que es en primavera cuando vuelve a la vida.
Mienten.
Y como Deméter que renace tras el duelo, después del calor del verano yo también despierto,
y vuelvo a la vida.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario