miércoles, 30 de enero de 2013

Ya basta

Hay gente de la que empiezo a estar realmente harta. Tal vez no sea raro en mí; tengo un nivel de tolerancia tirando a bajo para con las debilidades ajenas. O tal sea sólo mi escasa dotación de paciencia. Pero ahora mismo siento que podría morder a arrancar y gritar hasta reventar, y decir cosas que una persona educada no dice. Ni siquiera una educada excéntrica y bocazas como yo. Oh, podría decir los juramentos más terribles en este mismo momento, podría destrozar vidas con sólo separar los labios.

La estupidez me pone de los nervios, pero puedo aguantarla si viene acompañada de buena fe. Es cierto, a veces ser imbécil es más dañino que ser cabrón a secas, y a veces la ignorancia o la supina idiotez de algunos individuos te llena las manos de bofetadas. Para qué negarlo. Pero ser estúpido, o estúpida, no significa ser mala persona. De hecho, muchas veces las personas cortas de inteligencia no tienen suficiente lucidez como para dedicarse a la maldad. Sencillamente no la conciben, porque no pueden. Eso es un alivio.

Puedo aguantar la estupidez, si es bondadosa. Lo mismo para el histerismo, la inestabilidad, la cobardía, la abulia, la superficialidad, la autocompasión y tantas otras faltas. Los seres humanos no somos perfectos; hoy tropieza quien está a tu lado, y tú sabes que mañana te tocará a ti. Las peores afrentas, incluso la deslealtad y la mentira, puedo perdonarlas si piden perdón con sinceridad; agachar la cabeza y disculparse, tragarse el orgullo, es un tema difícil, y hay que darle el reconocimiento que se merece. Puede que a veces (o siendo yo, bastante seguido) las personas a tu alrededor te saquen de tus casillas por cualquier razón. Puede que incluso tú misma te saques de tus casillas porque ya no soportas lo absolutamente estúpida que eres. Todos nos equivocamos: se le da tiempo a la indignación para que remita, y luego tratas de seguir; nadie tiene la culpa.

Sólo hay una cosa, una sola cosa, que no soporto, que no perdono, que es una cruz sobre el hombro de quien la lleva, por siempre y para siempre. La arrogancia.

Estoy harta de las personas que caminan por el mundo sintiéndose gigantes, mirando a sus semejantes desde míticas alturas, con una risita colgando de la comisura del labio pues saben que los demás son infinitamente estúpidos y están infinitamente equivocados. Estoy hinchada de las personas que desfilan en público exhibiendo lo maravillosamente inteligentes y cultas que son; de personas que sólo escuchan a los otros para tomar nota de los fallos en su razonamiento a fin de poder discutírselos y demostrarles su superioridad, sin  importarles lo más mínimo cuál era el mensaje. Estoy enferma de personas que se enorgullecen de su egocentrismo, componiendo una patética versión académica de Belén Esteban saboreando su propia ignorancia; de individuos que miran a la humanidad con suficiencia, pues han descubierto los secretos mecanismos de la vida (que suelen ser ninguno, salvo el nihilismo y la indiferencia, porque son más fáciles que tratar de cambiar) y los otros no, y eso les faculta para despreciar y desoír y reírse en la cara de aquellos lo suficientemente ingenuos como para creer que es de otra manera. Estoy asqueada de gente que cree que puede hacer y decir lo que le dé la gana, no importa cuán hiriente o desagradable pueda ser, sólo porque tiene una elaboradísima justificación lógica de por qué puede hacerlo. Estoy harta de aquellos que se pasean por el mundo clasificando a otras criaturas en válidas o no válidas en función de su inteligencia, y condenado a quienes no pasan la prueba a arder en las llamas de la subhumanidad.

Vosotros, sí, vosotros, manga de arrogantes. Dais asco. Dais vergüenza. Sí, vergüenza. Tantos libros leídos, tantos títulos universitarios, y no habéis sido capaces de aprender un poco de jodida humildad. Da igual cuánta cultura hayáis acumulado. Da igual cuántos idiomas hayáis estudiado. Da igual cuántas cosas sepáis que el resto no sepamos. SOIS IDIOTAS. Y lo seréis el resto de vuestra vida. Por lo visto nadie os lo explicó cuando erais pequeños, pero la inteligencia no sólo se mide en datos; hay una cosita pequeñita, que por lo visto habéis despreciado por cursi, y es saber estar con los demás. Saber tratarlos. Tenerles respeto. Y vosotros, oh vosotros que no sabéis distinguir el puntito de malicia de la más abyecta bastardía, no tenéis ni puta idea de qué es eso. No lo sabéis. Y estaréis ciegos a ello el resto de vuestra vida. Da igual que dentro de vuestras costillas lata, quizá, un corazón tímido, tierno, avasallado por la titánica misión de ser siempre mejor que los demás; un corazón anoréxico y leproso, tal vez capaz de algún sentimiento noble, de cierta compasión. Da igual porque nunca lo dejáis salir, porque os avergonzáis de él, porque lo pintarrajeáis y lo prostituís y utilizáis la excusa del débil latido que aún le queda para refutar a aquellos lo bastante hartos como para confrontaros con vuestra repugnante humanidad.

Hundíos solos. Prefiero ser amiga de una persona ignorante y torpe, pero leal y sincera, antes que oler de lejos el rancio hedor de vuestra ensoberbecida suficiencia. Comeos vuestros jodidos títulos, tragaos la lengua y con ella ese desesperado amor que le tenéis a vuestro propio ego. No os salvará cuando nadie más os soporte y estéis vosotros y vuestra relumbrante inteligencia, a solas. Nadie oirá vuestros orgullosos berridos; no quedará ningún tontito al que deslumbrar con trucos mentales. ¿Qué haréis entonces?

Estoy harta. Oh, dios, estoy tan harta.

2 comentarios:

  1. Arrogancia, chica no se que decirte... siempre me gusto la gente con un punto de arrogancia, te hacen querer aplastarlos en su propio campo. No hay mayor placer que destrozar a alguien que se cree mas listo que nadie... lastima que soy yo el que se acaba poniendo pedante y acaba siendo apaleado, FUCK XD.

    Lo que quiero decir que el que no haya pecado de arrogante que tire la primera piedra. Pero al que lo hace como habito de vida asi le cosan la boca al recto y le inyecten un laxante.

    Tzunki señor del Agua. Preparandome para enfrentarme al examen de "Animales de experimentacion"

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    1. Sí, el riesgo de cojear del mismo pie pende sobre todas nuestras cabezas. Es un asunto muy difícil. Pero no es lo mismo tener un momento pedante (y que normalmente aparezca tu hermano o tu mejor amigo para pasarse contigo y devolverte a la tierra) que ser un gilipollas integral. Hay millas y millas de arrogancia enmedio.

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