El
mes pasado vi al Demonio. Quedamos para tomar el té. Levantó la tetera al rojo
con las manos desnudas y sirvió en mi taza un Pu Ehr ardiente y rojizo como el
infierno.
-El
té me recuerda al hogar –dijo sonriente, y yo estuve de acuerdo, aunque probablemente
por razones diferentes-. ¿Sangre, querida? –inquirió, levantando un elegante
jarrito para la leche. Dije que sí, por supuesto.
Durante
toda la velada estuvo mirándome con esa sonrisa pícara por encima del borde de
su taza. Su rostro era hermoso y cruel como la primera luz del alba, y estaba
teñido por el sabor terroso y metálico del té que me había servido.
En
un momento dado le sonreí, y mis dientes deben de haber estado rojos por la
sangre, porque sus ojos chispearon, risueños.
-¿No
estás asustada, querida?
-No,
para nada.
-¿A
pesar de que sabes quién soy?
-Justamente
por eso –expliqué-. Tú no eres humano. Los humanos dan miedo porque son
imprevisibles. Igual te quieren que te traicionan.
-¿Te
incluyes?
-Me
incluyo –proseguí-. Tú, por el contrario, eres lo que eres. Nadie osaría
escandalizarse de que le sirvieras sangre en el té, o de que le mordieras una arteria,
o qué sé yo. Eso es lo bueno de ti. Saberlo me tranquiliza.
-Entonces,
no me temes.
-No.
Te acepto como eres. Eres un cabrón sádico, pero me gustas así.
-Pero
qué postura tan interesante. ¿Cómo le llamáis los mortales a eso?
-Amor,
supongo.
-Oh.
Desde luego, los mortales sois muy curiosos –dijo, y sonrió serpentino.
Cuando
se acabó el té, me tiró sobre la mesita y rodamos entre los cupcakes, jadeando
y gritando y haciendo cosas tan innombrables como deliciosas. Sus besos sabían
a té, a sangre y a algo más; gratitud tal vez, incluso cariño. Me dormí sobre
el mantel, cubierta de sangre y glaseado de limón, ahíta de placer y azúcar.
Ahora,
cada vez que huelo a Pu Ehr, mi sexo se hincha y humedece, excitado por los
recuerdos. Cuando noto el sabor de la sangre, sin embargo, se me hace un nudo
en la garganta y son los ojos los que se me humedecen, con lágrimas de una
emoción más inconfesable que cualquiera de las perversiones a las que hayamos
podido jugar. A veces me muerdo la lengua a propósito, y cuando la sangre
fluye, metálica, mi corazón se acelera.
Creo
que estoy enamorada.
Guuuuuuurrrrrl, me has puesto cachonda XD
ResponderEliminarMira que hacía tiempo que no entraba a los blog, pero he visto tu publicación en face y he entrado XD Joder, tengo que reconocerlo, el final pone a cualquiera XDDDD
ResponderEliminarCachis, me esperaba muchas cosas de este cuento, pero desde luego no cachondez general. Estáis locos, chicos (tono de Goyo Jiménez en monólogo sobre los yanquis XD).
ResponderEliminarPor las barbas del Emperador de Jade! COmo esta el patio es postear algo con contenido sexual y el blog recobra la vida de antaño. Yo tambien he posteado, ¿Casualidad? No lo creo XD
ResponderEliminarTzunki, señor del Agua en la tierra de la lluvia.
Pd: Hoy cosa rara he tenido un dia Light jeje
Ya ya ya, pero Felis Catus tiene mil veces más sexo (y explícito) que esta y sin embargo no corristeis a comentar en su momento. Una manga de vagos es lo que sois XDDD
EliminarEso iba con doble sentido? XDDD
ResponderEliminarTzun
No, pero sabía que era inevitable que alguien lo preguntara si usaba el verbo "correr" XD
EliminarMe ha gustado el relato y tu forma de narrarlo. No esperaba que fuera a terminar así entre té, sangre y glaseado de limón.
ResponderEliminarCoincido en la idea de que por lo menos se sabe que se puede esperar de él. Hay personas de las que nunca sabes y sabrás lo que esperarte.
Un saludo.
Muchas gracias por tu apreciación y por pararte a leer. No, hay gente de la que no sabes qué esperarte, tienes razón. Por otra parte (y aquí habla otra faceta de mi personalidad que NO se tiró al diablo), si siempre lo supieras, tampoco tendría gracia conocerla ^^
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