lunes, 22 de febrero de 2010
Del Infierno a la Tierra, pasando por el Cielo
-Me siento raro -comentó Alain con la vista al frente.
-Yo también. Creo que es por ti -dijo Gadiel, y Alain giró la cabeza para mirarlo-. Quiero decir... antes, desde que me desterraron, a pesar de estar aquí condenado, seguía sintiéndome un demonio, mal que me pesara. Pero hace poco me di cuenta de que ya no lo era, de que nunca más lo sería. He cambiado mucho. Y entonces apareciste tú, y te he tenido a mi alrededor todo este tiempo, y eso ha cambiado todavía más mi percepción de mí mismo. Creo que me parezco más a ti que a ellos.
Gadiel calló, y Alain, sobrecogido, giró sobre su costado para estar más cómodo.
-Tienes razón. Creo que yo también me siento así. Hay cosas que ya no veo de la misma manera -Gadiel arqueó el brazo izquierdo y se rascó la cabeza. Quizá, sólo quizá, había estado a punto de pasárselo por los hombros a Alain.
-Gadiel, ¿nunca te has preguntado dónde estarán los otros que son como nosotros?
-¿Quiénes?
-Los otros desterrados. Deben de haber más, ¿no? Siempre se habla de los traidores en plural. Y... aunque yo no les recuerdo bien ahora, sé que algunos antes que yo fueron castigados. ¿Dónde estarán?
-Posiblemente en el otro culo del mundo -replicó Gadiel encogiéndose de hombros-. La Tierra es muy grande y tiene sitios de sobra para colocar a un puñado de gilipollas lo suficientemente aislados.
-¿Gilipollas? -sonrió Alain.
-Eso es lo que somos, ¿no? -el otro sonrió también-. Al menos yo me sentí así cuando me desterraron.
-¿Qué... -Alain vaciló antes de continuar-... qué pasó? ¿Por qué?
La semana que viene cumplo veinte años. Hace lo que parece una eternidad, cuando era una quinceañera frustrada, asocial, enamoradiza y cachonda, empecé una pequeña historia con un ángel negro y un demonio blanco como protagonistas, pensando probablemente en subirla a Amor Yaoi como fic original. Pero lo cierto es que la cosa se desmandó de mala manera: la historia empezó a crecer y a desarrollar unos larguísimos dedos que se metían en mis asuntos y no me dejaban descansar. Hoy, tras casi cinco años de parones indeterminados y de épocas de fertilidad desbocada, tengo en mis manos una novela que ha pasado de ser un hormonal romance para adolescentes y una rebelión contra el maniqueísmo de la literatura fantástica, a un resumen de muchos de mis principios frente a la vida y una historia de Amor y Unidad que ha marcado una época para mí. Ahora que por fin he terminado (en cierto modo, ya sabéis que las historias no se acaban nunca), y a la espera de que los críticos de la AEN me destripen malamente por mi indefinible e infumable mamotreto, me siento un poco triste. Ya no seguiré de cerca a Gadiel y Alain en sus correrías enmedio de una terrible guerra inferno-celestial. Sin embargo, también me alegro. Sé que esos dos siempre estarán conmigo a partir de ahora. Y lo mejor de todo, siempre me recordarán que una quinceañera frustrada, asocial, enamoradiza y cachonda puede crecer y conseguir lo que deseaba y creía que nunca alcanzaría. Es sólo cosa de tener fe, y encontrar la fuerza y la capacidad que todos llevamos dentro. Y de eso (creo ^^U) va Lux et Umbra. Próximamente en FNAC, Corte Inglés y las mejores librerías (en mi imaginación, claro).
miércoles, 10 de febrero de 2010
Criatura hermosa
César era un hermoso extraño por aquel entonces,
como lo son todos los jóvenes al borde del abismo.
César era aún un niño,
pero había un hombre que se asomaba
en los bordes de la piel
en la campana de su voz
y en las manos nerviosas
que parecían querer agarrar la vida para no caerse.
Ojos claros y pelo oscuro
y un extraño temblor de miedo;
César tenía el mundo entero
pero aún no lo sabía.
Vivía rodeado de adolescentes mariposas
que en su frívolo vuelo en busca de crueles bellezas
no veían la flor que crecía en su corazón.
César, César, bello emperador,
¡sólo yo, marcada por viejas batallas,
podía amarte!
Sólo yo, que me veía reflejada en ti,
lo sabía.
Y todos los días tiraba piedras al horizonte
para que fueras a buscarlas
y vieras en el camino los horrores y maravillas de la Tierra;
hice para ti alas con las hojas de mis libros
y calzadas con la ciencia de mi frente...
Pero todos los días yo me marchaba
y dejaba a César siendo un príncipe,
augusto en su soledad
y hambriento de la vida que vendría.
Criatura hermosa,
niño en el eje del caos,
enorme tesoro...
como lo son todos los jóvenes al borde del abismo.
César era aún un niño,
pero había un hombre que se asomaba
en los bordes de la piel
en la campana de su voz
y en las manos nerviosas
que parecían querer agarrar la vida para no caerse.
Ojos claros y pelo oscuro
y un extraño temblor de miedo;
César tenía el mundo entero
pero aún no lo sabía.
Vivía rodeado de adolescentes mariposas
que en su frívolo vuelo en busca de crueles bellezas
no veían la flor que crecía en su corazón.
César, César, bello emperador,
¡sólo yo, marcada por viejas batallas,
podía amarte!
Sólo yo, que me veía reflejada en ti,
lo sabía.
Y todos los días tiraba piedras al horizonte
para que fueras a buscarlas
y vieras en el camino los horrores y maravillas de la Tierra;
hice para ti alas con las hojas de mis libros
y calzadas con la ciencia de mi frente...
Pero todos los días yo me marchaba
y dejaba a César siendo un príncipe,
augusto en su soledad
y hambriento de la vida que vendría.
Criatura hermosa,
niño en el eje del caos,
enorme tesoro...
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