Dejad mi cuerpo aquí;
luché mi batalla,
la batalla me ganó.
Mi corazón se rompió
con un ronco aleluya,
mis miembros fueron cayendo
en una sinfonía crepuscular,
réquiem callado, un coro dulce
y helado
sobre la peligrosa belleza
de este silencio asesino.
Hoy perdimos a otra
(lo siento tanto, mi niña,
lo siento tanto)
y yo ya venía triste.
Puedo ver al Monstruo Oscuro reptar
por los confines de mi visión,
puedo sentir sus manos indiferentes
y su aliento sordo en mi espalda.
Viene a por mí;
dejad mi cuerpo aquí.
Cariño, diles que te quise.
Que en el vidrio de mis ojos
alguna vez se miró el universo.
Y que ninguna otra jamás
tenga que dibujar con tiza
su último lecho;
que ninguna vuelva a pintar rosas
en el suelo
con su último aliento.
Dios, qué frío.
Dejad mi cuerpo aquí.
30/12/14
DEP Leelah Alcorn
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