miércoles, 15 de enero de 2014

Romance por un ausente

Una vez conocí a una señora
(yo digo señora,
pero yo era chiquita entonces,
tal vez fuera joven)
que tenía los ojos muy tristes.
Esa señora era mi vecina
y había algo en ella
infinitamente triste
pero sus ojos eran dulces
y siempre me saludaba
"¿cómo estás, bonita?"
al subir las escaleras
(ella vivía en el ático).
Me intrigaba esta señora,
con sus párpados caídos
y su andar de lado a lado
como si cargara en la espalda
un peso grandísimo.
Siempre quise saber
por qué estaba tan triste.
Pero yo era chiquita entonces
y los mayores nunca contestaban mis preguntas,
sólo cuchicheaban sobre mi cabeza
que sí
que qué pena
qué pena tan grande.
Y así me fui enterando
poquito a poco
que la vecina de arriba,
la señora de los ojos tan tristes
había querido a mucha gente
que se había marchado:
que no tenía padres ni hermanos
y que sus amigos estaban muy lejos;
que estaba sola, muy sola
y por eso estaba tan triste.
Lo lamenté mucho por la señora
porque es terrible estar tan sola
y a veces le sonreía
cuando me decía "¿cómo estás, bonita?"
y me acariciaba el pelo con una mano huesuda
y muy leve
y muy dulce
y muy triste.
Pobre la señora,
pobrecita.
Un día la vecina del ático
se enamoró.
No le dijo nada a nadie
y casi nadie vio al señor
de quien se había enamorado;
era una sombra en el hueco de la escalera
que la visitaba de noche
y se iba de madrugada.
Y la gente cuchicheaba, cuchicheaba.
Yo me quise alegrar por la vecina
del ático
que siempre era tan buena conmigo,
pero siempre estaba tan triste
que me temí algo malo.
Después de un tiempo
el novio de la señora triste
se mató en un accidente
y todo el mundo suspiró de pena
y ella se encerró el ático
y no quiso ver a nadie;
ya no pasaba a mi lado
ni me llamaba bonita.
Pasaron dos semanas
y una noche sonaron voces
en el rellano del ático
y una puerta que se abría a patadas
y gente que ladraba
y alguien que lloraba.
La señora triste desapareció
y el ático se quedó vacío.
Los dueños no pudieron venderlo
y los niños del barrio
jugaban a colarse dentro
a ver quién era más valiente.
Los adultos decían cosas
sobre la policía que había venido
y telediarios y periódicos
"qué horror, qué barbaridad"
y me mandaban callar;
yo escuchaba bajo la mesa
y desde el rincón oscuro del pasillo.
Poco después nos mudamos
y el recuerdo de la señora triste
se quedó en su ático vacío
como un fantasma.
Mis padres nunca hablan de ello.
Yo no se lo he contado a nadie,
pero hubo mucha gente que dijo
después de la noche de la redada
que la señora del ático
había dormido dos semanas
junto al cadáver de su novio
y cuando vio que no podía conservarlo más
empezó a comérselo
para quedarse con él.
Aquí creo que nadie lo sabe.
El suyo es un recuerdo oscuro.
Yo lo pienso y siento pena
mucha pena
por esa señora triste
que vivía en el ático.

Sí, ya. Yo tampoco sé qué coño.

2 comentarios:

  1. Todo iba bien hasta que al final te has puesto un tanto Tarantino. Ahora tendré pesadilla. Joer Majo xD

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