Tú y tu harapiento corazón;
¿crees acaso que no lo sé?
Tú, arrastrándote de rodillas ante el olvido
y chupando la amarga verga de la complacencia.
No hay nada en ese inmundo nido de ratas,
en esa infecta llaga gris,
en ese pozo saturado de arañas,
en ese grasiento nudo de ropa que llamas corazón.
Ya tuviste una vez la vida diáfana en la mano
y la reventaste contra el suelo;
poco más hay que se pueda hacer por ti.
Puto absceso,
espectro con un alma hinchada de pus,
tras una máscara de arrogancia puedo oír tu verdadera sonrisa pudriéndose.
Ya no hay más miedo ni confusión
que puedan hacerte sentir vivo.
Muere asqueroso o redímete
como un niño desnudo.
Recupera tu carne o cae,
no como ángel,
si no como cucaracha.
Pero no tires del mantel
tratando de arrastrarnos a todos:
¿no eras tu propio Cristo?
¡Ordena a tu ego que te salve!
Poco más hay que se pueda hacer por ti.
Tú y tu harapiento corazón...
miércoles, 29 de septiembre de 2010
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