jueves, 31 de octubre de 2013

Una ola que viene


A veces puedo sentirlo venir
como el rumor de una ola que crece,
un músculo de agua que se tensa y revienta
en la línea afilada del rompiente.
A veces puedo sentirlo venir.
Venir como el azul cuando anochece,
venir como el deseo infinito
que devora el cuerpo y la mente,
a veces oigo sus pasos acercarse
y sonrío al golpearme la corriente
telúrica
histérica
inédita
de lo desconocido que pasa a ser consciente.
A veces puedo sentirlo venir
como una rueda que no se detiene,
justo antes de que estallen los núcleos
me brotan rosas en el vientre.
A veces puedo sentirlo venir,
fecundo,
poderoso,
incandescente,
y es la voz incombustible de mi yo
alargando los dedos a lo trascendente.
A veces puedo
sentirlo venir.

domingo, 20 de octubre de 2013

Los hijos del caos


La belleza es el amor en los ojos, en la piel; ambas cosas son la misma, aunque tengan distinto cuerpo. Y a pesar de lo que muchos creen, ni el amor ni la belleza provienen, emanan ni dependen de la perfección.

La perfección, de hecho, es una criatura humana, proyectada y parida a imagen y semejanza de los anhelos de la especie. Y toda búsqueda de perfección lleva a la locura y a la muerte, pues es la locura el único camino, y la muerte la única perfección completa: limpia, inocente, taxativa y eterna, la muerte. Un meteoro acelerado y enloquecido, desnudo de fuegos, una vida que se precipita en gritos callados a morir, eso es la perfección.

La belleza y el amor son más que hermana y hermano de la fealdad y el odio: son la fealdad y el odio. En el mismísimo corazón de lo bello pululan los gusanos de la repugnancia y el asco, en su pecho se anida todo lo sucio y lo venenoso. Y en el amor, ¡ah!, en el propio amor viven el horror y la crueldad, la miseria, la desidia y el crujir de dientes.

Así es como debe ser.

Pues no puede haber belleza sin fealdad; hasta tal punto no pueden existir la una sin la otra que una pasa a ser la otra, una imbricada en la otra de tal manera que serían llamadas con horror monstruo, deformidad, engendro de trozos. Y su visión, ambigua, terrorífica, (hermosa), hace vibrar nuestro corazón.

Así ha de ser.

Pues no puede haber amor si no hay imperfección, tara, defecto. Es la miseria en el corazón de la gloria lo que engendra el amor. La perfección puede ser venerada, temida, buscada con desesperación, pero jamás amada; la perfección, tan limpia, tan pura, tan aséptica y carente de vísceras, no puede sentir amor. Lo que admiramos es perfecto, pero sólo amamos la mugre, el escarnio, lo espantoso e imperfecto de la persona, del lugar, del hecho; aceptar su mitad monstruosa y abrazarla con los ojos abiertos, eso es belleza, eso es amor.

Así ha de ser.


Y recuerda que, si has llegado hasta aquí desde Facebook y eres capaz de dejar un comentario y un "me gusta" en mi tablón, también lo eres de hacer lo mismo aquí. No hay que ni darle a me gusta. Sólo escribir. Un "qué chulo" va bien. Yo lo dejo caer. Si eso. ^^

martes, 8 de octubre de 2013

La amiga que siempre vuelve


Ese libro que ya has leído, que te encantó y que siempre revisitas, es un poco como esa amiga que siempre vuelve.

Esa amiga con la que pasaste tan buenos momentos en el instituto y a la que ahora no ves tanto, que sólo saludas de vez en cuando por Facebook, pero que de repente aparece un fin de semana, te arrastra al mejor local escondido de la ciudad, te presenta a gente, se descuelga con el "¡al lado invitan chupitos!", se ríe e intercambia secretos contigo como si aún tuvierais dieciséis, y te presta su sofá para que duermas la mona. Esa amiga siempre dispuesta a escucharte, a contar contigo, a decirle a tu madre por teléfono "sí tía Mari, se quedó a dormir en mi casa!" para librarte de todo mal, no importa qué tantos años hayan pasado, no importa qué tanto silencio haya corrido.

Un libro querido, un libro al que constantemente regresas, es un amigo para siempre.